31 mar 2011

Kanikosen. El pesquero, de Takiji Kobayashi

Los jornaleros-pescadores habían venido desde Akota, Aomori e Iwate. Algunos tenían una expresión sombría y permanecían sentados con las piernas cruzadas y las manos entrelazadas; otros tomaban sake y, abrazándose las rodillas con ambas manos apoyadas contra las columnas, escuchaban las historias que contaban los demás. Todos habían llegado allí porque a pesar de trabajar en el campo de sol a sol no podían ganarse la vida. Habían dejado sus parcelas a cargo de sus primogénitos, sus mujeres habían tenido que buscar trabajo en las fábricas y los segundos y terceros hijos varones habían tenido que marcharse a otros lugares para trabajar y aun así no podían comer. Como si fueran garbanzos quemados en una sartén, los que sobraban eran desechados y expulsados uno tras otro, del campo hacia las ciudades. Todos pensaban en ahorrar y regresar a su tierra.

29 mar 2011

La mayor aventura del universo


Saber sobrevolar el sabor del carmesí de tu entrepierna
siempre me pareció la mayor aventura del universo.
Siempre intentaba bucearte sin prisa,
como comiendo un lento helado de sabor canela congelado bajo tu ombligo.
Subía reptando por tu barriga,
lamiendo su árida llanura como la serpiente que busca su presa,
llegando al cuello y escalando por tu verde pelo,
árbol femenino,
luz candil del amor exquisito de tu cuerpo.

Ángel Rodríguez López

28 mar 2011

Señas de identidad, de Juan Goytisolo

Entre otras locuras, en tercero de B.U.P. quise escribir una novela sobre la guerra civil. Por aquel entonces escribía el que suponía primer título de una saga de narrativa fantástica que se quedó en las ochenta páginas. En aquel año parecía que había tiempo para todo y ganas, sobre todo ganas, de hacer cada vez más grande la bola de la ilusión. Por eso hice un pequeño resumen del proyecto de novela que tenía en mente y se lo pasé a mi profesor de literatura, hoy un buen amigo, que durante aquella primavera nos sacaba al patio para dar clase y leer poesía, mientras veíamos a las chicas de C.O.U. hacer gimnasia. Algo cercano al paraíso.

Todavía recuerdo que me devolvió aquel resumen con cierta satisfacción y que al final de aquellas pocas páginas había anotado dos títulos que me recomendaba leer para ambientarme o tenerlos como referencia. Uno era Cambio de bandera, de Felix de Azúa, y el otro Señas de identidad, de Juan Goytisolo, el libro que acabo de leer.

Señas de identidad, incrustado ya en la historia de la literatura, es imprescindible para conocer de dónde viene la novela contemporánea en español. Ahora entiendo muchas cosas que pasaron después. Caben muchas historias en este libro, pero todas se sostienen sobre la principal: un joven de treinta y dos años, hijo renegado de la burguesía catalana, regresa a España después de varios años de exilio entre las filas de la progresía parisina. Vuelve con una mochila llena de preguntas, intentando, antes que nada, reconstruir el mapa de su identidad.

Un protagonista que bucea en las tripas del pasado con una mirada lúcida, afilada, que se vuelve contra él a cada instante. Una mirada capaz de destruir los asideros sobre los que se habría de conformar la identidad del joven renegado. La historia de una búsqueda.

De aquella novela de la que os hablaba al principio, creo recordar que no escribí ni una sola línea. Se quedó guardada en el zurrón mental, como tantas otras. Al menos me sirvió para tener una primera referencia de este libro, Señas de identidad, que ya os digo, me parece fundamental en la biografía de la novela contemporánea en español.

27 mar 2011

Cielo estrellado


Bajo la noche estrellada
un hombre lee
tirado en un colchón.
Alguien abre la puerta,
enciende la luz.
El hombre cierra el libro
y se hace el dormido.
Imagina que es ella.
Pasa el tiempo
y finalmente duerme
de verdad.
Sueña historias lentas
y dolorosas,
normales y dolorosas,
cotidianas
y dolorosas.
Por la mañana
cuando despierta
sigue estando solo.
Un pájaro color ceniza
levanta el vuelo.
El libro de poemas
amanece a su lado
con el vientre abierto
lleno de moscas.

Juan Cruz López

21 mar 2011

Libros contra la fiebre


El rubio me devuelve Vidas escritas, de Javier Marías. Hay que leer a Javier Marías. Yo lo he leído poco, la verdad, pero algunas de las biografías fabuladas de este libro son divertidisimas. Y me presta un libro que a su vez le había recomendado el Palace y que tiene muy buena pinta. Es casi etnográfico, dice, y al hojearlo encuento algunos subrayados que no podrían ser de otra persona. Me gusta leer los libros previamente trabajados por el hombre venido del norte. El último libro del que hablamos es Educación siberiana, de Nikolái Lilin. Y para finalizar, un título inexplicablemente agotado, que voy a poder leer porque Antonio, de la librería Metrópolis, me lo ha querido prestar. Otro gesto de amabilidad que le distingue y que desde aquí le quiero agradecer. Hablo de Confesiones de un artista de mierda, de Philip K. Dick. Libros contra la fiebre y el dolor de huesos. Libros analgésicos, narcóticos, con los que campear el temporal.

19 mar 2011

Literatura y supervivencia (3)

Golpeada por la historia. Vislumbró la voluntad de muerte que escondía la revolución rusa: su marido es fusilado, una hija muere de hambre en un orfanato. En agosto del 41 la poeta se ahorcó. La lucidez fue su mayor tormento. Hasta entonces había sobrevivido dentro de los márgenes de la poesía, el último reducto para la libertad.

MARINA TSVIETÁIEVA (1894-1941)

Más allá del horror:
la palabra esperada.
La casa se derrumba –
y la palabra casa.

(Poema del fin)

17 mar 2011

Malina, Igneborg Bachmann


[…]
PREGUNTA: …………………………………..? (Por segunda vez.)

RESPUESTA: ¿Libros? Sí, leo mucho, siempre he leído mucho. No, no sé si nos entendemos. De preferencia leo en el suelo, también en la cama, casi siempre echada, no, no importan tanto lo libros como la lectura en sí misma, las letras negras sobre el fondo blanco, las sílabas, las líneas, esas fijaciones inhumanas, los signos, esos elementos determinantes, este delirio cristalizado en expresión, que proviene de los seres humanos. Créame: la expresión es delirio, surge de nuestro delirio. También hay que tener en cuenta el pasar las páginas, el correr de una página a otra, la huida, la complicidad en una efusión delirante, ininterrumpida, también cuenta la infamia de un encabalgamiento, el hecho de asegurar la vida en una frase única, de reasegurar las frases en la vida. Leer es un vicio que puede sustituir a todos los demás vicios o, a veces, ayudarlos a vivir a todos más intensamente, es un exceso, una manía consuntiva. No, no tomo drogas, sino libros, claro que también tengo mis preferencias, muchos libros no me van, hay algunos que sólo leo por la mañana, otros solamente de noche, hay libros que ya no suelto, doy vueltas con ellos por mi habitación, los llevo del dormitorio a la cocina, lo leo de pie en el pasillo, sin emplear señalalibros ni mover los labios al leer, aprendía leer muy bien desde temprano, no recuerdo el método, pero algún día debería usted investigarlo, tiene que haber dado excelentes resultados en nuestras escuelas populares de provincia, al menos en aquella época, cuando yo aprendí a leer. Sí, también me llamó la atención, aunque más tarde, que en otros países la gente no supiera leer, al menos no rápido, porque también el ritmo es importante, no sólo la concentración; dígame usted: ¿a quién le gustaría masticar sin asco una frase simple o complicada, rumiándola con los ojos incluso con la boca? Una frase que sólo conste de sujeto y predicado ha de gozarse rápidamente, por eso mismo hay que tomar a ritmo vertiginoso una frase con muchas aposiciones, tomarla con un imperceptible slalom de los globos oculares, pues de lo contrario no se rendiría, y una frase tiene que «rendirse» a un lector. No podría «abrirme camino» a través de un libro, ya sería algo rayano en la ocupación. Hay gente, permítame decirle, hay gente… una se topa con las sorpresas más extrañas en este mundo de la lectura… De todas formas tengo una debilidad por los analfabetos, incluso aquí conozco a alguien que no lee ni quiere leer; vivir en estado de inocencia es más comprensible para una persona que ha sucumbido al vicio de la lectura, deberíamos o no leer absolutamente nada o saber leer de verdad…
[…]

Sí, leo mucho, pero los impactos, las impresiones duraderas se reducen a una mirada única sobre una página, al recuerdo de cinco palabras en la página 27, abajo, a la izquierda: Nous allons à l’Esprit. Son palabras escritas en algún cartel, nombres en placas de casas, títulos de libros no vendidos en algún escaparate, un anuncio en una revista descubierta en la sal de espera del dentista, la inscripción de un monumento o de una lápida: AQUÍ YACE, palabras todas que me asaltan a la vista. O un nombre EUSEBIUS, al hojear el listín telefónico. Y ahora voy directo al grano… El año pasado leí, por ejemplo: «Fulano llevaba un Menschikov»; no sé por qué, pero al punto quedé convencidísima de que, fuera quien fuera aquel hombre, partiendo de esta frase llevaba, o tenía que llevar, un Menschikov, y de que para mí era importante saberlo, que formaba irrevocablemente parte de mi vida. Algo saldrá de todo aquello. Pero yendo al grano quería decirle que ni después de varias sesiones diurnas y nocturnas lograría enumerarle los libros que más me han impresionado, ni decirle por qué, ni en qué lugar ni por cuánto tiempo. Lo que queda en la cabeza, me dirá usted, pero ¡no importa lo que queda en la cabeza! Sólo unas cuantas frases o fórmulas reaparecen continuamente en el cerebro, pidiendo la palabra al cabo de los años: La fama no tiene alas blancas. Avec ma main brulée, j’ecris sur la nature du feu. In fouco l’amor mi mise, in fouco d’amor mi mise. To the only begetter...
[…]

15 mar 2011

El impulso para seguir siempre adelante


El impulso para seguir siempre adelante
Venido de lo inaprensible,
Que casi indescriptible,
Apenas podremos nunca narrar ni versar,
Escribir ni contar,
¿Será acaso una especie de hybris?
Pleno material inmaterial de vida.

Antonio Palacios

13 mar 2011

Tren nocturno a Lisboa, de Pascal Mercier

No me quiero despedir de él. Lo terminé hace una semana, pero aquí sigue, junto a mis cuadernos y los vasos de café. Junto a los bolígrafos gastados y la caja de ibuprofeno medio vacía. Tren nocturno hacia Lisboa ha sido el mejor libro que he leído en lo que llevo de año. Una novela que compré hace mucho, en concreto a principios de 2009, pero que he acabado ahora. 525 páginas de una gran historia donde la obsesión y el olfato juegan un papel fundamental. Más de quinientas páginas donde el protagonista absoluto es Amadeu Prado, un personaje redondo que atrapa y sostiene todo el libro.

No, no me quiero despedir de él. Por eso he anotado en las últimas páginas, aquellas en blanco que van después del final de la novela, los nombres de todos los poetas con los que estoy contactando para que formen parte de la antología que estoy elaborando y que esperamos publicar en este mismo año. Nombres que tacho conforme me van enviando sus colaboraciones y a los que les agradezco la premura, la sincera sorpresa con la que reciben mi invitación y su humildad. Esperemos que el libro de Mercier nos traiga suerte...

12 mar 2011

Wierba and Schimdt quintet



Los que esta noche podáis, coged diez euros e iros de cabeza al Bogui, el club de jazz de Chueca (Madrid), porque tendréis la suerte de escuchar a Melissa Aldana. Un conciertazo. Los que no podáis, tenéis la posibilidad de pasar la tarde escuchando a estos polacos que nos recomendó el Cifu en uno de sus últimos programas. ¿Quién dijo que en el este no se hacía buen jazz? Escuela postsoviética. Para acabar con el frío y la lluvia, la calidez de una trompeta y un buen café. Libros recomentados por el Palace que me acaba prestando el Noru. Ibuprofeno y manzanilla. Quizá alguna película. Lo más parecido a un refugio nuclear.

10 mar 2011

En la mesita, quieta y estática, una línea de agua


En la mesita, quieta y estática, una línea de agua duerme tranquila en su vaso.
El reloj camina, con sus pies de aguja, un goteo de segundos perdidos.
Ella dormía en sus ojos verdes, verdes, verdes.

No despertó y no fue necesario.
Tatuados los gestos en la materia del recuerdo.
Abrasada, a ratos ausente, la mirada.
La baba se precipita desde la comisura
sobre su pecho pálido sin retorno.

El gesto de placer se tuerce ante el dolor obligado.
La muerte anestesia el abandono de un cuerpo
que como un edificio a pedazos cae desde sus cornisas.

Ángel Rodríguez

9 mar 2011

Puede ocurrir, un poema de Fayad Jamís

En el centro, Fayad Jamís (1930-1988)

Puede ocurrir que en la noche suene el teléfono
y que del otro lado de la ciudad una voz más bien grave
te pregunte si Dora está en la casa,
y tampoco Pablito, solicitado por voces llenas de ternura,
y aún menos el doctor cuya consulta ha de estar hormigueando
de pacientes de muy diversa índole.

Puede ocurrir que mañana, al abrir el periódico,
te enteres de que un hombre grande (alguien
que acaso viste alguna vez desde lejos) ha muerto;
o también el periódico puede sacudirte
con noticias de ciudades derrumbadas, de huelgas generales,
y, en fin, de pequeños sucesos previamente condenados al olvido.

Puede ocurrir que la noche te parezca demasiado larga,
que te pongas a mirar cómo se deslizan las estrellas,
pero de ningún modo quedará excluida
la posibilidad de seguir alimentando el amor
mientras realizas, o sueñas que realizas, algo nuevo.
Todo esto y mucho más puede ocurrir y ocurre sin duda
sólo que tú no dedicas unos minutos a sentir lo que te rodea,
ni dejas que el mundo participe plenamente de tu mundo,
ni conoces el hermoso poder de escribir un poema.

8 mar 2011

Literatura y supervivencia (2)


La historia empieza en un armario y termina en una cama -nos dice Eduardo Becerra- y en ambos lugares encontramos soledad, encierro y lectura. Nuestro autor comenzó su vida encerrado en un armario, leyendo sin cesar y pasó sus últimos años metido en una cama, leyendo sin cesar, escribiendo sin cesar.

Se salva porque su reino no es de este mundo, su mundo es el que él inventa

JUAN CARLOS ONETTI (1909-1994)

Comparaba al mentido Baldi con él mismo, con este hombre tranquilo e inofensivo que contaba historias a las Bovary de plaza Congreso. Con el Baldi que tenía una novia, un estudio de abogado, la sonrisa respetuosa del portero, el rollo de billetes de Antonio Vergara contra Samuel Freider, cobros de pesos. Una lenta vida idiota, como todo el mundo. Fumaba rápidamente, lleno de amargura, los ojos fijos en el cuadrilátero de un cantero. Sordo a las vacilantes palabras de la mujer, que terminó callando, doblando el cuerpo para empequeñecerse.

Porque el Dr. Baldi no fue capaz de saltar un día sobre la cubierta de una barcaza, pesada de bolsas o maderas. Porque no se había animado a aceptar que la vida es otra cosa, que la vida es lo que no puede hacerse en compañía de mujeres fieles, ni hombres sensatos. Porque había cerrado los ojos y estaba entregado, como todos. Empleados, señores, jefes de las oficinas.

- De El posible Baldi

7 mar 2011

El hombre en el castillo regresa a casa


Me devuelven El hombre en el castillo y La ciencia socialista, religión de intelectuales.

Del primero y de su autor, Philip K. Dick, ya hemos hablado en más de una ocasión aquí. Si acaso repetiremos que la locura esquizoide del norteamericano se disuelve en una suerte de narrativa mística, una ciencia ficción permeable al orientalismo.

De La ciencia socialista, religión de intelectuales, sin embargo, todavía no reseñaremos nada. Y no lo haremos todavía, porque, ¡maldita sea!, me roban los libros antes de que yo mismo pueda leerlos. Queda pendiente entonces. Le debemos un sitio en nuestro hogar a Majaiski, otro de los defenestrados cuya figura crece como una sombra en nuestros días.

6 mar 2011

Melissa Aldana: la joven de la perla



Cambio la programación del blog. Entraba algo de Préstamos y devoluciones, pero lo voy a dejar para mañana. Acabo de darme cuenta de que han colgado en el youtube el concierto que Melissa Aldana dio para Radio 3. Es vuestro, si os gusta el jazz, me lo agradeceréis. ¿Qué pasa con esta jovenzuela y los dos chavales que tocan con ella? Menudos piezas. Ella es chilena. Su padre también es un crack, pero ella... ¡Tiene 22 años! Melissa Aldana, una de las mujeres con mayor proyección en la esfera jazzística internacional. Temas de una elegancia sofisticada y fresca. Lo mejor de Nueva York en sus dos manos. Aceleración y cadencia. Velocidad y dulzura. Y un acompañamiento de lujo. Soberbio el baterista. Si queréis ver el concierto entero, pinchad aquí.

5 mar 2011

Muero con Rachmaninov a la luz de una vela



No hay luz.
Una vela
que acompañe el cromático celestial.
La termodinámica ha llegado a su fin,
todos sabíamos que llegaría.
Surge otra vez esa comunidad
que habíamos olvidado.
Caníbales de la luz.
¡Aquí se aprovecha
hasta el último fotón!
Adiós a Bach
y al tapping.
Tendremos que acudir
al pizzicato,
obligados, como escoria
que somos, a verlo desde el gallinero.
Pero he sido inteligente
y he guardado un poco de energía
que me hace falta para escuchar
por última vez a Rachmaninov.
¿Qué preludio escojo?

Curro Jiménez Melero -NG-

3 mar 2011

Kitchen, Banana Yoshimoto

En homenaje a los japos, elijo un pequeño cuenco para el café. Mi cafetera no tiene asa. Hay que hacer un ejercicio de ingenieria balística para saber cómo demonios verter el líquido sin abrasarte las manos. Homenaje a los japos. ¿Por qué? Pues porque he acabado Kitchen, de Banana Yoshimoto, un libro que me recomendó Paz y que, pese a ser el primer libro de la japonesa, me ha gustado bastante. Aunque Sueño profundo le hace sombra, mucha.

Agarro el pequeño tazón con dos manos y bebo al estilo zen (que no sé exactamente cómo es, pero me lo imagino, no sé, así que como que muy despacito, con los ojos cerrados y pensando en cisnes, que no gaviotas). Riquísimo.

Sigamos. Leer a los japos siempre me da hambre. Cuando salen esos pepinos gigantes y esas bolas de arroz, esos fideos chinos a la japonesa y esa tempura crujiente... Que te de hambre leyendo un libro es de las mejores cosas que te puede pasar, sobre todo si comes menos que un gorrión y te pasas todo el día zampando basura turboindustrial.

Todos los japoneses me saben igual, sus libros. Aunque he leído pocos, la verdad, Yoshimoto, Ōe, Murakami y Akutawa. Quizá se me escape alguno más que no recuerdo. Seguro. Ahora tengo a Kanikosen en reserva. Los japoneses me espantan, no sé, me gustan mucho, pero me dan miedo. La mayoría de sus historias giran sobre personajes sobre los que la cotidianidad pesa de una manera asfixiante. Personajes que boquean como peces fuera del agua. Personajes que guardan una soga en el bolsillo y se ahorcan cuando la cosa se pone chunga. Personajes, eso sí, tan hiperreales como tú y como yo.

No sé, ya me diréis. Interesante el epílogo de Kitchen, eso sí. Un epílogo donde nos habla de las condiciones de producción de la obra. Algo que, por supuesto, no condiciona en absoluto la lectura, pero que es interesante como texto que nos permite abundar en eso llaman construcción social de la literatura, algo a lo que volveremos pronto.

Banana no es un nombre de tango.

1 mar 2011

Escribir o callar


La pantalla
del ordenador negra.
Esta pelea
entre la pulsión por el decir
y el deber de callar.
El barril sobre el que haces
tus malabarismos...
Te dices
todo sobra
y piensas
que sobre todas las cosas
el que sobra eres tú,
tu voz cansada y sucia.
Miras tus manos
como un par de arañas verdes
sobre el teclado.
La pantalla te refleja
de manera difusa,
sin contorno definido, cierto.
El deber de callar, piensas.
Aprietas una tecla:
es un punto,
pero aún no sabes
si es seguido
o si es final.

Juan Cruz López