La historia empieza en un armario y termina en una cama -nos dice Eduardo Becerra- y en ambos lugares encontramos soledad, encierro y lectura. Nuestro autor comenzó su vida encerrado en un armario, leyendo sin cesar y pasó sus últimos años metido en una cama, leyendo sin cesar, escribiendo sin cesar.
Se salva porque su reino no es de este mundo, su mundo es el que él inventa
JUAN CARLOS ONETTI (1909-1994)
Comparaba al mentido Baldi con él mismo, con este hombre tranquilo e inofensivo que contaba historias a las Bovary de plaza Congreso. Con el Baldi que tenía una novia, un estudio de abogado, la sonrisa respetuosa del portero, el rollo de billetes de Antonio Vergara contra Samuel Freider, cobros de pesos. Una lenta vida idiota, como todo el mundo. Fumaba rápidamente, lleno de amargura, los ojos fijos en el cuadrilátero de un cantero. Sordo a las vacilantes palabras de la mujer, que terminó callando, doblando el cuerpo para empequeñecerse.
Porque el Dr. Baldi no fue capaz de saltar un día sobre la cubierta de una barcaza, pesada de bolsas o maderas. Porque no se había animado a aceptar que la vida es otra cosa, que la vida es lo que no puede hacerse en compañía de mujeres fieles, ni hombres sensatos. Porque había cerrado los ojos y estaba entregado, como todos. Empleados, señores, jefes de las oficinas.
- De El posible Baldi
1 comentario:
y murió en Madrid, ojalá hubiese vivido más
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