DESDE LO ALTO
El hombre subió hasta lo alto de la montaña, donde las personas del pueblo parecían no ya aceitunas, ni hormigas, sino meras pulgas, de puro pequeño e insignificante.
Desde esa altura, pensó, podría proclamarse Rey, o Papa, o Emperador, nadie le hacía sombra. Podría proclamarse Dios
mismo, incluso.
Las pocas personas que, desde el pueblo, miraron a la cumbre de la montaña, le vieron a él, también pequeño e insignificante como una pulga. Y, además, solo, escarpadamente solo.
Bruno Rogero San José, de Fregar, sacar la basura, amar y hacer la Revolución.
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