5 nov 2009

La lección de Eugène Ionesco


EL PROFESOR

Resumamos: para aprender a pronunciar se necesitan años y años. Gracias a la ciencia, podemos conseguirlo en tan solo unos minutos. Sepa usted que para hacer que salgan las palabras, los sonidos y cuanto se le antoje hemos de expulsar sin piedad el aire de los pulmones, luego, con delicadeza, hacerlo pasar rozando las cuerdas vocales que, de repente, como arpas o como el follaje cuando hay viento, tiemblan, se mueven, vibran, vibran, vibran o vibran guturalmente o silban sibilantes o se arrugan o silban, silban, haciendo que todo se mueva: úvula, lengua, paladar, dientes…

LA ALUMNA

Me duelen las muelas.

EL PROFESOR

…labios… Al final las palabras salen por la nariz, la boca, las orejas, los poros, arrastrando con ellas todos los órganos que acabamos de mencionar, arrancados de cuajo, en un vuelo poderoso, majestuoso, que no es otra cosa que lo que llamamos, sin propiedad, la voz, modulándose en canto o transformándose en una terrible tormenta sinfónica con todo un cortejo… de ramos de las más variadas flores, de artimañas sonoras: labiales, dentales, oclusivas, palatales y de otro tipo, ya dulces, ya amargas o violentas.

LA ALUMNA

Sí, profesor, me duelen las muelas.

EL PROFESOR

Sigamos, sigamos. En cuanto a las lenguas neoespañolas, se trata de parientes tan cercanas entre sí que podríamos considerarlas como verdaderas primas hermanas. De hecho, son hijas de la misma madre: el español con "l"[1]. Por eso es tan difícil distinguirlas entre sí. Por eso es tan útil pronunciar bien, evitar los errores de pronunciación. La pronunciación por sí sola es ya todo un lenguaje. Una mala pronunciación puede jugarles malas pasadas […].



[1] Nota del equipo traductor: adaptación de una nota humorística intraducible en español.

2 comentarios:

nueva gomorra dijo...

Eugène Ionesco es uno de los dramaturgos del teatro del absurdo que más nos gustan. Estas texturas son de “La lección”, un drama-cómico que nos posiciona doblemente fuera como espectadores (o lectores, porque el teatro también es para ser leído) del lado de un autor que no dejó de ser sino otro espectador perplejo ante el grotesco espectáculo del mundo, porque el absurdo nace cuando el punto de vista es eminentemente externo. Así, si estamos instalados dentro, en el aquí de las cosas, por decirlo de alguna manera, la existencia, la realidad, no son sino consecuencias lógicas de todo lo demás, sin embargo, la cosa cambia si damos un paso atrás y observamos el mundo desde fuera (y ahí os quiero ver) entonces la existencia no nos viene ni tan dada ni es tan obvia como generalmente se entiende. Esto, entre otras muchas cosas, es el absurdo de Ionesco, pensar sin cesar que la existencia es algo imposible, INIMAGINABLE.

Equipo de traductores de la ciudad infierno –NG-

Juan Cruz López dijo...

El neoespañol podría ser perfectamente la lengua oficialde Nueva Sodoma. Cuando leí a Beckett tenía que haber pasado directamente a Ionesco...