4 sept 2009

Las flores del mal y Charles Baudelaire


Charles Baudelaire es un gran tipo. Acabo de salir de la vorágine de Las flores del mal y no sé si lo entiendo mejor ahora (tercera lectura) o lo hice mejor al principio o tal vez no lo llege nunca a conseguir. Gajes del oficio, los análisis filológicos tienen estas cosas, se pierde el corazón, nos perdemos en la búsqueda del detalle, lo nimio por lo infinito, lo irrelevante por lo universal, porque exactamente así es la poesía de Baudelaire, trascendente y universal. Pero no desesperemos. Lo que quería contar nada tiene que ver con aquella vez en que el poeta se pintó el pelo de verde o con aquel otro episodio durante sus conferencias en Bélgica, cuando insultó como un loco a los belgas en los periódicos de la época (de estúpidos para arriba, los puso). No. Dejemos a un lado los detalles biográficos, que para eso ya está la crítica. Pensemos en el plan. Unas flores ¿venenosas? llenas de búsqueda, eso es, como a nosotros nos gustan, Baudelaire buscador, Baudelaire siempre en liza en la palabra, Baudelaire sediento de infinito. Este es el Baudelaire del que les quiero hablar, el Baudelaire capaz de trascender la miseria cotidiana a través de la literatura. (Será posible que no consigamos escaparnos del círculo). Baudelaire en los márgenes de una sociedad de la que abomina, el Baudelaire de lo inútil, de lo bello, la conciencia del paso de la araña, del tiempo, la conciencia, Baudelaire siempre intentando huir de ese lugar, no importa que sea el vino, el opio, la mujer, la sensualidad de esa mujer ídolo o gata, hermana, pero también una mujer dolorosa que lo destroce en el amor, el dolor, única manera de llegar a sí, la destrucción o el amor, que diría aquel otro poeta español, el dolor. Baudelaire dolorido, pero valiente. Ese es el Baudelaire que me interesa. Baudelaire explorando los límites del lenguaje, los límites de una lengua que tiene que romper porque se le queda corta. Baudelaire y su lengua de flores venenosas, ¡oh Baudelaire!...

1 comentario:

Juan Cruz López dijo...

Tengo que releer Las flores del mal. Su Bramísima me obliga a poner en cola viejos libros que ya creía no iba a reeler jamás, pero que ahora, iluminados por las luces de neón de NG, cobran un brillo distinto.