2017 ha terminado y finalmente no he sucumbido a la tentación de las listas. De todas formas, no penséis que no se me ha pasado por la cabeza hacer una entrada más larga de la cuenta para explicar por qué me han gustado los libros que me han gustado de los leídos el año pasado. Pero me lo voy a ahorrar.
En todo caso, en una de las mesas llenas de libros de este pequeño salón, hay un par de pirámides con libros ya leídos de los que, por lo menos, os quiero comentar un par de cosas, y así -si os interesa- les echáis el guante en cuanto podáis. Uno de esos libros ha sido La campana de cristal, la única novela que escribió en su día Sylvia Plath.
La campana de cristal me ha gustado casi tanto como los poemas de la estadounidense, recogidos en un puñado de libros de los que destacaría Ariel, Tres mujeres y Árboles de invierno. Ambientada en los EE.UU. de los años 50, la novela cuenta la historia de una joven estudiante de filología, escritora emergente, que recibe una beca para colaborar con una revista de actualidad y residir en New York junto al resto de becadas. De fondo, y cobrando cada vez más fuerza a lo largo del desarrollo de la historia, el descalabro emocional de la protagonista, que poco a poco empieza a padecer los efectos de la enfermedad mental.
Para mí ha sido una sorpresa amarga, la verdad, ya que -como he dicho antes- La campana de cristal es la única novela de la autora estadounidene. De hecho, el libro se publicó poco antes de su suicidio. Muy recomendable, de verdad, la historia rueda sola y va ganando en intensidad conforme vamos pasando páginas, dejando atrás definitivamente la sensación de cierta futilidad de los primeros compases de la trama. Una novela potente y desgarradora que, bajo mi punto de vista, tiene puntas de excelencia que la emparenta con la mejor narrativa norteamericana del momento.
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