Piedra Papel Libros: Buenos días, Joaquín. Iniciamos contigo esta serie de entrevistas a los autores de Piedra Papel Libros. No hay nada que huya rompió con casi diez años de silencio editorial, ¿cómo viviste ese largo periodo de creación y mutismo?
Joaquín Fabrellas: Bueno, parece una desgracia, pero en el fondo, no es tal, me dio tiempo para preparar el libro No hay nada que huya de una forma lenta y ordenada, revisando las referencias y remodelando ciertas asperezas. Incluso cuando he vuelto a releerlo había cosas que me parecían imperdonables. Además, fui preparando otros temas que se publicarían más tarde.
El silencio siempre es un buen momento para repensar tu estrategia, para definir dónde te encuentras. Nunca dejé de escribir, continué publicando artículos, reseñas y críticas literarias.
PPL: No hay nada que huya es un libro cuyo sujeto poético parece confundirse con el ecosistema natural, y también simbólico, en el que se desenvuelve el mismo. Difuminar las líneas del sujeto poético tal y como tú lo haces en esta obra nos seduce especialmente. ¿Puedes ampliarnos algo más sobre este tema?
JF: Sí, No hay nada que huya surge desde una naturaleza liminar. Hoy ya no existe la naturaleza, existe eso a lo que le ha dado a todo el mundo por ir, ahora ya son sitios visitables por todos. Yo desde pequeño siempre tuve una relación muy estrecha con lo natural, me crié en un pueblo de la Sierra de Segura, y muchas de las imágenes del libro están sacadas de esa infancia, recuerdo cómo se acercaban los jabalíes al pueblo y cómo los ciervos nos miraban a los niños que jugábamos en el patio de la escuela, muy serios y distantes, y de ahí viene mi obsesión con los insectos, con las criaturas que habitan un submundo que de forma tan irresponsable, no damos importancia. Por lo tanto la naturaleza de No hay nada que huya es una naturaleza olvidada, recreada por el discurso poético, es un canto de rechazo de lo urbano, una especie del beatus illehoraciano. Traté de dar una nueva significación a lo natural desde la semántica lírica.
PPL: Sergio R. Franco cierra la reseña de tu libro publicada en Paraíso diciendo que «No hay nada que huya de Joaquín Fabrellas es un libro de lectura altamente recomendable para aquellos lectores que no temen enfrentarse con un lenguaje desconcertado y desconcertante». ¿Crees que este tipo de lenguaje, desconcertado y desconcertante, al que alude Sergio, exige un lector que, aparte de valiente, sea avezado?
JF: Toda poesía requiere un lector avezado, el lector de poesía se enfrenta tarde o temprano con la necesidad de enunciar su propia realidad que se ha escindido de sus lecturas poéticas, de otra forma, no puede ser. Hay una poesía comprometida que precisa lectores conscientes, otra cosa es la poesía de superventas, pero eso ya no es poesía, se pongan como se pongan, porque la única excusa de la existencia de la poesía es que sea buena, y por lo tanto, para hacerla, debes ser fiel a ti mismo. No hablar de tópicos ni lugares manidos. La poesía por otra parte, es asombro, es desconcierto. Se hace con el tiempo y desde el tiempo.
PPL: Afortunadamente, en estos últimos años hemos visto cómo has vuelto a publicar con asiduidad. ¿Cómo has vivido este periodo de actividad, y visibilidad, ligado a la publicación de tus tres últimos libros?
JF: Ha sido producto de la casualidad y ha respondido de forma irregular a una serie de requerimientos poéticos: República del aire fue una oportunidad de publicar en una editorial grande, la plaquette Clara incertidumbre responde a mi deuda con la poesía medida y acentual, y Metal fue mi puesta de largo después de unos años trabajando el poema filosófico, fruto de mis lecturas de Cioran, Nietzsche o Daumal; además de eso he terminado una novela y he avanzado bastante en mis estudios de tesis, publicando numerosos artículos sobre Aníbal Núñez, Ferrer Lerín, Fernández Rojano o Manuel Lombardo. Como dije antes, nunca he dejado de escribir, la publicación de lo escrito, siempre es algo secundario que entiendo en la madurez.
PPL: Sabemos cuáles son tus influencias poéticas y aquellas de las que bebiste para enfrentar la escritura de No hay nada que huya, pero nos gustaría que nos recomendaras alguna de tus últimas lecturas; no importa el género.
JF: Lo que tengo encima de la mesa, treinta y tres libros alcanzo a contar (solo leo ensayo y poesía), la novela me aburre, excepto la de determinados autores que no abundan del tipo de Salvador Elizondo, Nabokov, Vila-Matas, o Ferrer Lerín novelista. Lo demás es basura. En el escritorio tengo un ensayo sobre Antonio Machado, otro de Gil de Biedma, sus ensayos completos, El pie de la letra, siempre ha sido un referente intelectual, y Hiela sangre de Ferrer Lerín, cuyo estudio estoy terminando después de unos meses.
Recomendaría con vehemencia los Ensayos de Eliot, La aventura sin fin, son de una precisión intelectual insólita en la actualidad, no son nada pretenciosos, frente a la morralla mediática de autores de autoayuda que se las dan de intelectuales.
También recomendaría David Foster Wallace, lo leí este verano en inglés (detesto las traducciones), y tiene uno de los mejores cuentos que he leído en mi vida: «Datum Centurio».
PPL: En otro orden de cosas, ¿qué opinión te merece la progresiva espectacularizaciónde los oficios literarios a raíz del boom de las redes sociales y las nuevas tecnologías de la información? ¿Es posible afrontar proyectos de peso en un contexto creativo en el que el autor se ve cada vez más involucrado en la promoción de su propia obra?
JF: Basura. Las redes sociales solo nos han hecho más tontos, desesperadamente tontos y arrogantes, y además pensando que tu opinión le puede importar a los demás. Toda demostración televisiva o en las redes sociales de ciertos autores me parece denigrante; lo decía mi querido José Viñals, que siempre diferenciaba entre la poesía y la literatura, consideraba a esta última como una prostitución del arte, todo aquello que se hace en función de las ventas o de cara a la galería pierde valor. En poesía además lo íntimo, el descanso, el sosiego son fundamentales para escribir bien.
En cuanto a que el autor se promocione, parece que es la única salida con la explosión que ha habido de editoriales en los últimos años, todo lo que pueda hacer con su obra, bienvenido sea, pero tendríamos que pensar en lo que publicamos, parece que es una obligación, y nada de eso, a veces estamos mejor calladitos.
PPL: ¿En qué proyectos literarios estás trabajando actualmente?
JF: Mis estudios de tesis que cada vez se ramifican más. Y poesía, he escrito tres poemas de larga extensión desde verano, y aún los estoy trabajando en cuanto a la métrica, las sílabas, los acentos y la musicalidad de los pies métricos, creo que si sigo así los tendré en unos años. No me gusta trabajar rápido.
PPL: Finalmente, y sin ánimo de meterte en un brete, qué libro de los publicados hasta ahora en la colección Caja de Formas te ha gustado más.
JF: Joder, qué difícil. Todos tienen su aquel, me gustan mucho todos, con sus diferencias, pero, sobre todo temáticas. Diría que los de Lombardo porque es un autor consagrado y maduro, siempre nos enseña a los que vamos detrás de él. El de Ángel Rodríguez aún no lo he leído pero seguro que llegará a consolidar su voz poética.
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