NIÑO ENCANTADO
Era una de esas noches llenas
de poemas moribundos.
Ella solicitaba hechizos para viajar
en el tiempo y cuando me besaba
dejaba moscas de oro por mi boca y también
dejaba incertidumbre. Yo la perseguía
por la casa,
le preparaba café y cada media hora
los gritos de un niño encantado nos enloquecían.
Era una de esas noches llenas de ojos grandes
y de pudor intacto, una de esas noches
que nunca salen de tu vida y siempre entran
en las maletas, siempre.
Rafael R. Costa
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