Uno directo.
Otro más bajo.
Sobre la lona,
sigo el conteo
con la mirada perdida
y la boca rota.
Todo me sabe a sangre.
El estómago arde.
No recuerdo
cuando bajé la guardia.
De nada vale
lamentarlo ahora.
Reina el presente aquí,
entre las cuerdas.
Solo hay un gesto
capaz de levantarme:
cierro el puño;
no voy a tirar la toalla.
Queda mucha rabia que cortar.
Juan Cruz López
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