Los
criterios a la hora de elaborar una antología poética son como los
culos: cada uno tiene uno. Hay quien antologa por épocas de la historia
literaria, quien prefiere la adscripción de los antologados a
determinado grupo literario o estético, o quien se suma a las antologías temáticas. En ésta que nos ocupa, Negra Flama: Poesía antagonista del Estado español,
los antólogos, en palabras de Juan Cruz López en sus notas previas,
admiten que no tienen “afán de sistematicidad”, que su obra la alienta
la lucha contra el sistema capitalista y “anima a mirar la realidad con
ojos nuevos”.
Y en eso reside su principal valor: en la humildad de sus postulados, desde los cuales ofrecen una nómina de 50 poetas, cada uno con dos poemas, que denuncian, juzgan, analizan o simplemente poetizan la realidad social, política y económica de un mundo de dos velocidades donde los ricos y los pobres cada vez lo son más.
Poetas consagrados como Agustín Calvo Galán, Jorge Reichmann o David
González se mezclan con nuevas voces como las de Layla Martínez, Víctor
Gómez o Sara Herrera Peralta, por citar unos pocos. Como en toda
selección arbitraria de autores, prevalece la irregularidad de las
propuestas, con altos y bajos muy marcados que, si bien actúan en
detrimento de la calidad poética del libro, no desmerecen el fin para el
que han sido seleccionados, que no es otro sino diseccionar la realidad
desde las trincheras de la palabra contestataria. Así, no se puede
juzgar desde postulados críticos convencionales, sino desde otros
teleológicos, donde la empresa cumple con creces, puesto que el
objetivo, apoyar la autogestión del Sindicato de Oficios Varios de Jaén
de la CNT-AIT, es lo suficientemente noble y humilde a la vez que falto
de pretenciosidad.
De este modo nos encontramos ante una propuesta diferente, un libro
sin ISBN cuyos beneficios irán íntegros a apoyar proyectos sociales, una
antología que no pretende dinamitar los cánones de la poesía actual
española sino sólo despertar las conciencias, sacudirnos y
(de)mostrarnos que otro mundo es posible, que otras ideas son posibles y
que hay gente dispuesta a luchar por ellas. Por este motivo este libro
se lee con soltura. Se descubren voces que tienen cosas que decir, y no sólo en la denuncia, sino también en la poesía,
y se descubren destellos, o mejor llamas, como dice el título, de
lucidez entre versos desaforados que se dirigen casi siempre directos al
estómago, a causar sensación, a provocar lo que desde Aristóteles y
epígonos como Longino se ha denominado la conmoción por lo sublime.
Si, como decía Celaya, la poesía es “un arma cargada de futuro”,
parte de éste se encuentra entre las páginas de esta antología, espacio
para la subversión, para que no nos sigan durmiendo, como escribió León
Felipe, con todos los cuentos; para que, como monologaba el príncipe
Hamlet, estos poemas y las ideas que les dan forma, sean más que
“palabras, palabras, palabras”.
Rubén Romero Sánchez
Reseña aparecida en la edición impresa y digital del periódico Diagonal.
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