5 ene 2012

Y tú no has muerto, Hélène

Hélène Berr rodeada de niños

a la sombra todavía,
en este edén minúsculo y quebradizo,
rodeado de plantas, entre medianeras espantosas
de edificios viejos habitados por hombres de plomo,
me hundo en el diario de Hélène Berr

quisiera para mí su vivir ancho,
en carne viva, su mirada extraterrestre
a pesar de estar atravesada por el horror
del tiempo en el que los ojos se derretían
al calor de las esvásticas

pienso en los últimos días de Hélène,
esa joven bella de medias rotas y labios dispuestos
a celebrar incluso la suerte
de los que fueron conducidos al matadero
y siento cuán ridículo debiera ser este dolor mío
que resucita con el fulgor de las imágenes desenterradas
como exvotos perdidos en la memoria de los hombres

solo entonces, lejos ya la sangre fresca,
vueltos de repente todos mis fantasmas mansos,
puedo recordar tu cuerpo aquí
desnudo, mojado bajo la luz beatífica del sol,
mi feliz mirada sobre tu piel
que era la mía, al fin en paz, reconcializada
con las extrañas y la historia polvorienta de mis pasos

todo fue posible,
hasta volver a reencontrarme
con la hiel y las palabras negras
(sentirme tocado por la suerte
de la hormiga a la que pisan y revive
y de nuevo vuelven a pisar
y así hasta el infinito)

tengo las manos llenas de arañazos
y en la garganta presa una madeja de hilo
con la que tejo el espejo de papel donde contemplo
el reflejo de un hombre perdido,
muerto de sed
que deambula por la ciudad
con apenas un hatillo de certezas a la espalda

tanto castigo y tanto amor, tanto dolor,
esas cruces marcadas en el calendario,
será acaso esto a lo que llaman vida...

Hélèle Berr se comió la muerte desde dentro;
lo sé por este diario que leo
con los ojos del ahogado al que aún le queda tiempo
para soñar con una mano
que le arranque de la nada última

recojo su testigo:
ella dijo que debía escribir
para prestar testimonio del horror
en pleno paraíso en llamas

recojo su testigo, digo,
y espero tener coraje:
se abre el futuro como la boca
de una ballena enferma

Juan Cruz López

3 comentarios:

Roque dijo...

¡Feliz 2012! Creo que nos hablaste antes del Diario de Hélène. Es estremecedora la historia de esta joven, desde luego, y creo que tu poema, como otros homenajes a su memoria, le hace justicia. Un saludo.

Ana dijo...

Muchas gracias por tu visita, con más tiempo te leo.

Un abrazo.

Juan Cruz López dijo...

Roque, muchas gracias. Sí, hace unos meses reseñé el diario de Hélène. Tenía este poema escrito desde entonces, pero la relectura de un párrafo del libro me animó a publicarlo. Un saludo; también para ti, Ana.