11 mar 2009

Los bancos


Los bancos de la calle lloran agua de óxido los domingos en la tarde
cuando cae sobre ellos la noche.
Los operarios se han vuelto a olvidar
cambiar las bombillas de algunas maltratadas farolas.
Si iluminan su sombra y los miras
oculto tras unas manos prestadas por el hueco de entre sus dedos,
verás como se desangran.
Los bancos del parque también sufren aunque no les vea nadie,
aunque no pisen sus respaldos herrumbrosos amantes que se apoyan en el aire.
Cuando se encuentran solos descargan desde sus pies descalzos lágrimas ferruginosas que caen calle abajo
y se precipitan en los socavones y tragonas que pegan a la acera,
dejando un rastro estéril de melancolía de hierro.

Ángel Rodríguez López

3 comentarios:

Rapso Falaria dijo...

me ha emocionado este poema

julia dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
amanda dijo...

La lluvia condimentó
el enorme caldero
que era el jardín botánico en octubre.
Pisamos la tierra hidratada
con terribles buenas intenciones
pidiendo deseos
a árboles sanguinolentos.

No abandones nunca el banco de la (sin)vergüenza

Amanda