La que tienes por la mañana y ves a tu vecina de enfrente, en pijama, ventilando la casa. Cantando. Piensas de qué estará contenta o si lo hace para espantar la tristeza a golpe de "si tu me dices ven, lo dejo todo", las veces que puede llegar a cantar esa canción, incluso la has visto emocionarse cantándola, llenársele los ojos de agua. Tú te pones la Velvet Underground con todo el volumen que es capaz de alcanzar, a ver si consigues ahuyentar la desgana y la sensación de vacío que se te ha alojado en algún punto entre entre tus rodillas y el principio de tu garganta. No lo consigues. Y no has aprendido a disimular lo suficiente como para encontrar fuerzas y salir a la calle a enfrentarte a todos los ojos que pasan por tu lado, te miren o no. Observas la nevera y encuentras un trozo de queso ya ligeramente invadido por los hongos. Queda pan. No hace falta salir. Otro día que te encierras, que abres las ventanas, te congelas de frío. Que comes sin ganas y luego vomitas. Y piensas que ojalá alguien te dedicara una canción como Sweet Jane y te la cantara a solas. Y se entendieran los desgarros de tu estómago, las palabras que pronuncias queriendo decir otras. Pero no existe la mágia si no dices las frases adecuadas...
De Galería de monstruos, Rakel Rodríguez.
3 comentarios:
ouch!
No puedo evitarlo: los textos de Rakel Rodríguez, para mí, tienen la maravillosa e infrecuente cualidad de recoger un pedacito de realidad, ponerlo sobre una mesa de madera desgastada, y atravesarlo con una flecha lanzada desde no sé qué atalaya, mediante no sé qué ballesta. Y allí queda clavado, en un sitio que duele por verdadero y cierto. No sé cómo, siempre recoge el guante que nos lanza el día a día.
Gracias por compartirlo.
María
Bontio mito, el del arquero. A Rakel le gustará.
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