19 oct 2011

Miller

Estamos todos solos, solos y muertos.

Somos víctimas del moho del tiempo, espectadores grotescos
de la iniquidad social, océanos de sombras confusas.
Sintiendo la vida como una herida, corremos desesperadamente
hacia la mesa de disección. Nos guían los cascabeles de la locura,
con sus cadenas y argollas repletas de óxido.
No hay vacuna que enfrente la sacudida de este ocaso doliente.
No existe la máscara que camufle esta hedionda basura.

Avanzan entre la maleza aquellas tristes trompetas que anuncian
la victoria de la vida prefabricada. Las empuñan los ideólogos
de la colonización del pensamiento,
los arquitectos de la ciudad mercantilizada.
Necrófagos que aguardan en tu sucia sepultura.

Mientras tanto, quemo mis papeles repletos de elocuencia hueca,
llamarada de dolor que prende mi último cigarro.

Te hablo a ti porque no me puedes escuchar.

Estamos todos solos, solos y muertos.

Alfonso J. Molino

3 comentarios:

Isabel Tejada Balsas dijo...

ouch!

Roque dijo...

Efectivamente, solos, aunque unos cuerdos y otros no.

Darío dijo...

Es como un pueblo rulfiano!