-¿Doña Elena?
Alguien las vio pasear al otro lado del río. Maravillas Gea, alta y gesticulante, tomó la palabra.
-Doña Elena, el otro día vino a verme un hombre que dijo trabajar en tu gabinete. Su caso es interesante.
El moño oscuro de doña Elena resplandecía de azules irisados. Maravillas prosiguió.
-Busca, también él, un hueco. En sus horas de ocio trata de refutar, minuciosa, sistemáticamente, los vínculos habituales que el ser humano establece con su alrededor.
-¿Y tú qué le aconsejas?
-Sabes que mi labor no debe consistir en dar consejos.
-Dime entonces qué le auguras.
-Una desdicha inmensa. O bien... -La psicóloga se detuvo.
-¿O bien?
Desde su desgarbada altura, Maravillas miró los pies diminutos de doña Elena, su talle ordenado a la manera de los kimonos, sus ojos submarinos. La miró, en fin, significativamente. Luego dijo:
-O bien una inmensa felicidad.
2 comentarios:
sus ojos submarinos
(oh my god!)
http://www.youtube.com/watch?v=pmNDTBBUIQI
Espero colgar pronto una reseña.
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