30 jul 2011

El mundo, Juan José Millás


Al atravesar cada uno de los capítulos del libro, los revivía intensamente, esta vez como espectador, quizá como lector, pues lo que sucedía en sus páginas se veía desde el interior del coche con la misma lucidez con la que se apreciaban los automóviles, a los que adelantaba con la facilidad con la que el bolígrafo se desliza por la cuartilla uno de esos días felices en los que tienes la impresión de escribir al dictado. Escribir bien presupone escribir al dictado de aquella parte de ti que permanece dentro del delirio cuando la otra sale de él para comunicarse con los demás o para ganarse la vida. Pensé que mi padre, en sus últimos días, comía dos veces porque alimentaba a dos partes del mismo sujeto. Había en él un padre convencional, un hombre a secas, pero también una especie de místico empeñado en construir un circuito eléctrico capaz de alumbrar problemas de orden moral.

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