23 may 2011

La insurrección que viene

La conminación, omnipresente, de ser "alguien" sustenta el estado patológico que hace necesaria a esta sociedad. La conminación a ser fuerte produce la debilidad a través de la cual se mantiene, hasta el punto de que todo parece adquirir un aspecto terapéutico, incluso trabajar, incluso amar. Todos los "¿qué tal?" que se intercambian en un día hacen pensar en otras tantas tomas de temperatura que una sociedad de pacientes se administran unos a otros. La sociabilidad está hecha ahora de mil pequeños nichos, de mil pequeños refugios en los que uno está al calor. Donde siempre se está mejor que en el intenso frío del exterior. Donde todo es falso, pues sólo es un pretexto para calentarse. Donde nada puede suceder porque uno está sordamente ocupado tiritando junto a los demás. Pronto esta sociedad no aguantará más que por la tensión de todos los átomos sociales hacia una ilusoria curación. Es una central que extrae su energía de una gigantesca reserva de lágrimas siempre a punto de desbordarse.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Alguien escribió una vez: "el arte nos salva de morir de verdad". Un saludo.

Juan Cruz López dijo...

No sería situacionista.