Unplugged

Nunca sueño. Casi nunca. Los días que despego los ojos con la película fresca me vuelvo loco, no escucho a nadie. Que qué me pasa, pregunta. Nada, nada. Es sueño.

(La banda sonora de mis pocos años fue también la vuestra. Dónde quedaron aquellos jóvenes desastrados, capaces de amanecer rendidos a la evidencia de que no hay mayor castigo que pasar por esta vida de puntillas.... La banda sonora. Una nevada horrible. En la vieja casa, el joven estudiante llega del trabajo a las seis de la mañana. Encuentra una mujer durmiendo sobre la alfombra oscura. Se ha quedado frita escuchando música en su viejo walkman. La canción es la que suena. Siempre les gustó ese concierto. Lo escuchaban hasta la saciedad. La coge en brazos y la mete en la cama. El frío es espantoso. Enciende una pequeña estufa. El joven estudiante no tiene sueño. Le quita el viejo trasto. Se pone los cascos. Help me from myself. Apaga la luz y enciende el flexo. No tiene sueño. Mira el reloj. Todavía quedan un par de horas antes del amanecer. Piensa en el futuro. Quisiera conciliar el miedo con la furia, el pálpito vital, incombustible. Apenas si sabe nada de la vida, pero intuye algo que antes era incapaz de ver. Se pregunta qué significa estar tocado. Abre un cuaderno. No tiene nada que escribir. Escucha la respiración profunda de la mujer que duerme. Desde hace varias semanas no habla de verdad con nadie. La respiración. La respiración. El sol se filtra por las ventanas. Comienza a amanecer. Pasa más de una hora mirándola. Es feliz. La habitación se ha caldeado. La salvación es temporal).