26 jun 2010

Recetario antropófago, de Miguel Ángel Olivares

Don Ramón, Ramoncín en el pueblo, había vestido desde niño camisas azules, y tras terminar la carrera de Derecho, que sonaba entonces más moderno que de Leyes, aprobó patrióticamente unas oposiciones al Sindicato, al vertical, no al clandestino, claro. En los años setenta terminó de profesor de Derecho Canónico en la universidad, donde conoció a mi tío, y a donde acudía ya sin corbata ni sombrero, lo que demuestra, únicamente, según él, cómo a veces la sangre determina las costumbres de las personas. Allí, a finales de esa década, aprovechando la libertad de cátedra, se autoproclamó marxista de toda la vida y de tradición familiar; más tarde, por otras leves piruetas de conciencia, se proclamó socialista antes que marxista; después, en la misma cátedra, pregonó su adscripción a la socialdemocracia antes que al socialismo; ahora, presume de liberal progresista antes que socialdemócrata, pero sobre todo neoliberal, que suena más intelectual. Todos estos retruécanos de pensamiento le han hecho trepar a la cima de su carrera hasta llegar a jubilarse de rector, pasando sus años hecho un marqués muy culto.

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