1 feb 2009

Ulrica



Ulrica,

El libro de arena,

Jorge Luis Borges.


Hace años conocí en Francia a un lector empedernido de cuyo nombre no quiero acordarme. Se trataba de un tipo excepcional que leía todo cuanto caía entre sus manos, no desechaba nada, ni los prospectos de los medicamentos, ni los manuales de instrucciones de las cafeteras, ni tan siquiera la grosera propaganda de las ofertas de los supermecados. Por lo demás, el tipo tenía un gusto exquisito para la literatura. El teatro noruego, la narrativa argentina, las novelas de caballerías que causaron verdadero furor en España durante el XVI (Los cuatro libros del virtuoso caballero Amadís de Gaula, de Garci Rodríguez de Montalvo era una de sus predilectas), la poesía latina (Cayo Valerio Catulo, por supuesto) y la novelística rusa del XIX, entre otros muchos tesoros, poblaban el paisaje de las estanterías de su estudio. Y sin embargo, esto no explica nada.


Una tarde habíamos decidido vernos en una cafetería cerca del mercado, junto a una librería especializada en literatura latinoamericana. Empezaba a gestarse algo, un sentimiento demasiado racional como para llamarse amor. Éramos conscientes de ello, tal vez por eso él me regalase aquel día el Libro de arena de Borges.

De este libro solo me interesa el relato más bastardo que jamás haya salido de las manos de Borges, Ulrica, me dijo cuando salimos al tumulto de la calle. Por aquel entonces yo pasaba las tardes y las noches en el campo de batalla: la lectura de Ficciones me absorbía. Tenía poco tiempo para redactar un trabajo cuyo título se inspiraba en una cita de Borges: «La metafísica es una rama de la literatura fantástica» y me costaba trabajo creer que el argentino hubiera podido tener la poca delicadeza de traer al mundo un hijo bastardo en forma de relato.

Él replicó citando a Borges en Ulrica: « […] lo que decimos no siempre se parece a nosotros». A pesar de que nunca me gustaron las frases sentenciosas (abomino de la verdad absoluta de la que hacen gala) pensé que esta no iba mal encaminada.

Ulrica sería el único relato que leyese del Libro de arena ese marzo de 2004 en el que andaba demasiado ocupada intentando desentrañar el misterio de la metafísica y lo fantástico. En cierto sentido él llevaba razón, Ulrica me pareció un cuento bastardo, casi de serie b, de una torpeza (si es que esto se puede aplicar a la madre del cordero de la narrativa argentina) inédita en Borges, de un sentimentalismo lánguido y patético. Me dio la sensación de que una de las pocas historias de amor con la que se había atrevido Borges no llegó a cuajar porque comparado con las «metas» (-literatura, -física) o la abstracción teórica más pura, el amor era un sentimiento bajo, demasiado corriente como para motivar una escritura digna (naturalmente, los que gustamos de aquel otro mítico argentino- y esto sí que es mitomanía- hemos de desterrar esta idea por simplista).

Al leer Ulrica aquella primera vez, el amor me pareció, a mí también, un sentimiento vulgar y carente de interés, poco sutil, obsceno y evidente. Años después, vuelvo a Ulrica y tengo la sensación de tener entre las manos el borrador de un proyecto mucho más amplio, un embrión, un cuento inacabado, un boceto trazado con las prisas del amante que se desviste torpe. Borges trató poco el tema del amor. Tal vez fuese demasiado tímido, tal vez demasiado pudoroso, tal vez el amor fuese un sentimiento demasiado sagrado (pero no olviden que toda elucubración mía a este respecto es irrelevante).


Por lo demás, Borges siempre formará parte de mí y de la universidad desconocida de esta ciudad imposible.

Con su debido respeto, el resto, querido lector, lo dejo a su entera discreción:


http://www4.loscuentos.net/cuentos/other/3/10/99/


P.D. «En Ulrica un diálogo inconexo trufado de referencias culturales y literarias dificulta la obligada laxitud de los amantes», mencionó el librero al entregarnos el libro con desprecio. Una vez más, esta no era sino su opinión.


-More New more Gomorre- NG -

1 comentario:

Anónimo dijo...

lo malo (malote) de borges es que parece haberse atrapado en el mundo meta, y eso le aleja un poco de los temas que a mí, particularmente, me pueden interesar más.

bueno, bram, Cortézar también bebía un poco de la constante reflexión metaliteraria, al igual que Bulanico, pero creo que inscriben esa diálogo en un contexto vivencial donde la literatura acompaña o se convierte en una forma de vida/muerte. no creo que borges pueda formar un equipo de futbito con estos dos amigos porque creo que a borges le va mucho más el rollo de ser entrenador