21 feb 2009

Enésima reseña de Blue Tropic (podría ser, por qué no)


¿Cuántos suicidios pueden caber en un libro? ¿Cuánta tristeza, pregunto, y cuánto dolor? En Tokio Blues una pareja de jóvenes universitarios juega a enamorarse mientras contemplan un incendio en un edificio cercano que también les amenaza. En Tokio Blues una pianista fracasada toca con su guitarra composiciones de Bach mientras llueve con fuerza. En Tokio Blues una, dos, tres, cuatro… personas se suicidan cuando se saben incapaces de salir del laberinto en el que han convertido sus vidas. Porque quizá sea éste uno de los trasuntos fundamentales de esta magnífica novela, la búsqueda, la búsqueda constante de algo que nos aferre a la existencia, acaso un rastro de luz salvífico... Aún después de que la luciérnaga hubiera desaparecido, el rastro de su luz permaneció largo tiempo en mi interior. Aquella pequeña llama, semejante a un alma que hubiese perdido su destino, siguió errando eternamente en la oscuridad de mis ojos cerrados. Alargué la mano repetidas veces hacia esa oscuridad. Pero no pude tocarla. La tenue luz quedaba más allá de las yemas de mis dedos... Una búsqueda, como decíamos, que en este caso tiene como marco el Japón de finales de los años sesenta, con sus universidades en ebullición por el coletazo nipón del movimiento del 68 y el nivel de desarrollo del país incrementándose año tras año después de la debacle de la II Guerra Mundial. Un Japón moderno y tradicional a la vez, como se ha repetido en tantas y tantas ocasiones, pero quizá también ignoto, donde sus jóvenes pelean por hacerse un hueco en la modernidad y se acepta el escapismo suicida como una salida cierta ante el marasmo vital en el que cientos de personas se ven sumergidos por la incapacidad de dar una respuesta individual al reto imperante de la normalización social. Respuestas que, al fin y al cabo, día a día también nos empeñamos en buscar nosotros.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Arrastrados y afligidos por los vientos de la crisis económica y el relativismo moral, convencidos de la necesidad enarbolar la bandera del nacionalismo neogomorrista en su versión más reclacitrante, en un intento por conservar cierto infantilismo prolongado, cierto idealismo de corte senil y cierta autonomía intelectual, el sector más intransigente y degenerado de la nueva colonia gomorrita ha dicho:

Renegamos hasta la médula ósea (y defecamos sobre las tumbas de Judas, Dimas y Gestas) de la obra de Haruki Murakami y de todo blues que no proceda de los deltas autorizados (Mississippi, Ebro & Mekong) por la Encíclica "Ex-coelus", lanzada en este año 0 de la nueva era de nuestro señor por la Sacra Doctrina Esencialista Fichteana-Herderiana de los GUardianes del Truño y el Terruño. ESta postura será defendida con fanatismo ciego y ortodoxia hasta que Tokio Blues empiece a pasar de moda entre los círculos más aristocráticos de Nueva Gomorra, momento a partir del cual será adoptada y asumida como doctrina programática y dogma de fe por nuestra organización.

Fdo. F.E.C.A.L.
(Frente Esencialista Catatónico de Liberación).

Nueva Gomorra, a 21 de Febrero de 0000.

Anónimo dijo...

Uno de los miembros del Anticonsejo Editor de Nueva Gomorra secunda la moción propuesta por el F.E.C.A.L. tras haberlo así acordado junto con el ilógico aparato censor y represor de la Organización.
A su vez, este mismo miembro empieza a sentir miedo por el cariz que están tomando los acontecimientos y la complejidad terminológica que se está apoderando de una ciudad imposible.

Miembro de Plata del autoproclamado del Anticonsejo Editorial de NG


-NG-