29 ene 2009

Advertencia: cualquier comentario puede ser pescado para la urbs


Acaba de aterrizar en mi cabeza un recuerdo improbable. La cara de uno de los chicos con los que trabajé de bracero en el invierno de 2004 o 2005, he terminado por confundir la carrera de los años. Sin embargo, se me hace imposible recordar su nombre. Si cierro los ojos puedo ver su silueta, una serigrafía apagada que ilumina un estampado vulgar, ordinario, excesivamente floreado o arbolado. Durante las tediosas jornadas de trabajo, aquel chico solía jugar a ser el más hombre, el más rudo de entre todos los desgraciados que doblábamos el espinazo bajo las órdenes del capataz, un hombre joven, alto y delgado que en su juventud sirvió de voluntario en la legión extranjera. Quiero decir, nuestro chico aparentaba ser un tipo duro, más valiente, más torero y más gitano; pero en el fondo, si eras capaz de traspasar su cruda corteza surcada de palabras violentas, gritos agudos y angostos aspavientos, encontrabas algo más: el chico escondía un corazón afinado en MI menor. Quiero decir, un corazón diáfano, abierto y luminoso, aunque de textura granulada, de sabor amargo, de color café, tabaco y hiel, todo mezclado. Lo conocí durante mi segundo año en la Universidad, allá por 1998, cuando aún lucía pelo largo color marrón ocuro y patillas con forma de calzador de zapatos. De esto último no estoy tan seguro, pero no suena mal. ¿Os acordais de aquel chico? Agarrado a una guitarra española, entonando canciones con urgente y desesperada honestidad. Fumando y tosiendo al mismo tiempo. Capaz de plantarle cara a las situaciones con una mezcla de audacia y demencia, casi codicia. Pero si he de ser sincero, lo que más me chocaba era su poesía, su manera de sacársela de las tripas, un grito como de ballena, un huracán delicado, una tormenta estomacal. En cierta ocasión lo encontré tomando fotos en una playa desierta del levante, un triste colector de jubilados sobre un mar muerto y recocido. Detrás de nosotros, un paseo. Mientras apuraba una cerveza, me acerqué a él y le grité:
-¿Qué estás haciendo, gordo? -el apelativo "gordo" debe ser tomado al mismo nivel semántico que el apelativo "flaco" bajo los cielos australes del mar del plata.

-Cazando aviones para Neil.

Aquella fue la primera vez que alguien me confesaba tan extraña dedicación.

Años más tarde, todos perdimos de vista a aquel chico, nadie sabe dónde se metió. Dicen que no volvió a escribir poesía y que juró sobre el nombre de sus tres hijas que dejaría para siempre la caza indiscriminada de tan nobles y gallardos pajaros de metal.

Encrypted Messege n. 777/vg.
Cryptic Code: Werhmarcht Enigma Machine.
Interception: 10/08/1940.
Decrypted: 25/08/1940.
Origin: Unknown.
Destination: Cazador de Aviones.
Description: Se que conociste a aquel chico, puede que incluso recuerdes su nombre. Me conoces también a mi, aunque sólo lo confesarías ante la presencia de fierros chispeantes al rojo. Cuidado, creo que nos siguen los pasos. ¿Qué pasó con aquel chico gordito, ateo y sentimental?

Government Code Ciphering School.
Government Communications Headquarters. Cheltenham (U.K.)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me quito el sombrero.

Tan solo conozco al cazador de aviones de oídas, por lo que parece le sigue gustando leer poesía.

Dicen que hace unos días, en un arranque de cólera, mando a una de sus preciosas hijas a ver El topo de Jodorowsky a la cinemateca, para que aprendiese lo que lo vale un peine, debió pensar mientras le remordía la conciencia.

http://www.clubcultura.com/clubliteratura/clubescritores/jodorowsky/index.htm

Dicen también que abandonó a su mujer (solo le interesaban las tres niñas, un material perfecto para esculpir toda una vida).

A veces se oyen restos de sus poemas milenarios en el Mar Muerto. Creo que estás en lo cierto cuando dices que dejó de escribir hace unos años, cuando lo de las niñas, creo, ahora se conforma con la lista de la compra y las esculturas de las niñas, que no es poco.


-La descifradora de códigos- NG