2 nov 2015

Una enfermedad de ensueño


Orsola tenía un hijo que escribía cartas desde el sanatorio de Davos. Parecía que la tisis era lo que le mantenía vivo. Se pasaba las horas en la galería del sanatorio, fantaseando. Frente a él, las montañas. Sombras silenciosas que se deslizaban sobre la nieve intacta. Y los cuervos. Uno pasa volando muy cerca de la vidriera. Se miran. El cuervo le promete que regresará al día siguiente. Los médicos ordenan que no se moleste al muchacho, que sueña. Mientras moría lentamente, soñaba que cumplía veinte años.

- En Proleterka, Fleur Jaeggy (Tusquets, Barcelona: 2004).

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