21 oct 2012

Recuerdos de un estudiante pobre, de Jules Vallès


Gracias a ella siempre tenía un refugio contra la desesperación y el frío. A menudo me asaltaba un desaliento negro en mi habitación vacía, donde no me atrevía a gastar la vela y donde no podía encender un fuego.

Si no me maté algunas noches, con el valor agotado ante el espectáculo de la cobardía pública, con las fuerzas agotadas por el hambre, se lo debo a la señorita Claudine. Apoyaba mis miembros ateridos contra la estufa y me calentaba el corazón entre las páginas de libros de tumultos y pasiones.

Mi vida empezó en aquel rincón. Faltó poco para que también acabara.

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