De literatura es difícil discutir. No porque en la discusión se cuele el gusto, el aburrimiento o la mala fe. Esos son detalles. Sino porque la literatura se opone al consenso, al diálogo, a la argumentación. Esa literatura es acto, se impone, procede como el terror revolucionario: disuelve las jerarquías, y como verdadera revolucionaria, se disuelve ella misma cada vez que alcanza a descubrir el secreto. El secreto nunca lo supe, y si alguna vez lo supe, lo olvidé. Apensas recuerdo la consigna: transformar lo contingente en necesario.
- En Literatura de izquierda, de Damián Tabarovsky.
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