Eran las cuatro de la mañana. Estaba sentada en el sofá, la cara hinchada, el pelo revuelto, los ojos casi cerrados. Tenía en la mano un paquete de galletas. -Soñé que te morías -dijo, y noté que había llorado. La cogí de la mano y la llevé a la cama.
A la mañana siguiente, justo al despertar, extendí mi mano y comprobé que ya no estaba. Se había ido al trabajo. Entonces recordé el sueño, mi mujer sonámbula, sentada en el sofá, presa de una angustia ciega, y sentí de golpe el peso de su ausencia.
La amaba tanto que pensé que había cosas peores que la misma muerte.
Juan Cruz López
- Perdona la indecencia, Juan. Deberías haber metido este poema con el video en la etiqueta "Hidra".
7 comentarios:
...
Este poema me da un poco de miedo.
Roque
entrenarnos en las pérdidas, con o sin sueños...
Me encanta su inmovilidad, su redundacia, la fragilidad del gesto cuando acaba. Y sí, Roque, el poema tiene su miga...
llevaba mucho tiempo sin estremecerme con un poema. Ángel
Eran las cuatro de la mañana.
Estaba sentada en el sofá,
la cara hinchada, el pelo revuelto,
los ojos
casi cerrados.
Tenía en la mano
un paquete de galletas.
-Soñé que te morías -dijo,
y noté que había llorado.
La cogí de la mano
y la llevé a la cama.
A la mañana siguiente,
justo al despertar,
extendí mi mano y comprobé
que ya no estaba.
Se había ido al trabajo.
Entonces recordé
el sueño, mi mujer
sonámbula,
sentada en el sofá,
presa de una angustia ciega,
y sentí de golpe
el peso de su ausencia.
La amaba tanto que pensé
que había cosas peores
que la misma muerte.
Juan Cruz López
- Perdona la indecencia, Juan. Deberías haber metido este poema con el video en la etiqueta "Hidra".
Te sigo.
Cris ;)
Cris, a mi tb me ha recordado este poema de Juan, que me parece precioso. Ángel
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