[…]
PREGUNTA: …………………………………..? (Por segunda vez.)
RESPUESTA: ¿Libros? Sí, leo mucho, siempre he leído mucho. No, no sé si nos entendemos. De preferencia leo en el suelo, también en la cama, casi siempre echada, no, no importan tanto lo libros como la lectura en sí misma, las letras negras sobre el fondo blanco, las sílabas, las líneas, esas fijaciones inhumanas, los signos, esos elementos determinantes, este delirio cristalizado en expresión, que proviene de los seres humanos. Créame: la expresión es delirio, surge de nuestro delirio. También hay que tener en cuenta el pasar las páginas, el correr de una página a otra, la huida, la complicidad en una efusión delirante, ininterrumpida, también cuenta la infamia de un encabalgamiento, el hecho de asegurar la vida en una frase única, de reasegurar las frases en la vida. Leer es un vicio que puede sustituir a todos los demás vicios o, a veces, ayudarlos a vivir a todos más intensamente, es un exceso, una manía consuntiva. No, no tomo drogas, sino libros, claro que también tengo mis preferencias, muchos libros no me van, hay algunos que sólo leo por la mañana, otros solamente de noche, hay libros que ya no suelto, doy vueltas con ellos por mi habitación, los llevo del dormitorio a la cocina, lo leo de pie en el pasillo, sin emplear señalalibros ni mover los labios al leer, aprendía leer muy bien desde temprano, no recuerdo el método, pero algún día debería usted investigarlo, tiene que haber dado excelentes resultados en nuestras escuelas populares de provincia, al menos en aquella época, cuando yo aprendí a leer. Sí, también me llamó la atención, aunque más tarde, que en otros países la gente no supiera leer, al menos no rápido, porque también el ritmo es importante, no sólo la concentración; dígame usted: ¿a quién le gustaría masticar sin asco una frase simple o complicada, rumiándola con los ojos incluso con la boca? Una frase que sólo conste de sujeto y predicado ha de gozarse rápidamente, por eso mismo hay que tomar a ritmo vertiginoso una frase con muchas aposiciones, tomarla con un imperceptible slalom de los globos oculares, pues de lo contrario no se rendiría, y una frase tiene que «rendirse» a un lector. No podría «abrirme camino» a través de un libro, ya sería algo rayano en la ocupación. Hay gente, permítame decirle, hay gente… una se topa con las sorpresas más extrañas en este mundo de la lectura… De todas formas tengo una debilidad por los analfabetos, incluso aquí conozco a alguien que no lee ni quiere leer; vivir en estado de inocencia es más comprensible para una persona que ha sucumbido al vicio de la lectura, deberíamos o no leer absolutamente nada o saber leer de verdad…
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PREGUNTA: …………………………………..? (Por segunda vez.)
RESPUESTA: ¿Libros? Sí, leo mucho, siempre he leído mucho. No, no sé si nos entendemos. De preferencia leo en el suelo, también en la cama, casi siempre echada, no, no importan tanto lo libros como la lectura en sí misma, las letras negras sobre el fondo blanco, las sílabas, las líneas, esas fijaciones inhumanas, los signos, esos elementos determinantes, este delirio cristalizado en expresión, que proviene de los seres humanos. Créame: la expresión es delirio, surge de nuestro delirio. También hay que tener en cuenta el pasar las páginas, el correr de una página a otra, la huida, la complicidad en una efusión delirante, ininterrumpida, también cuenta la infamia de un encabalgamiento, el hecho de asegurar la vida en una frase única, de reasegurar las frases en la vida. Leer es un vicio que puede sustituir a todos los demás vicios o, a veces, ayudarlos a vivir a todos más intensamente, es un exceso, una manía consuntiva. No, no tomo drogas, sino libros, claro que también tengo mis preferencias, muchos libros no me van, hay algunos que sólo leo por la mañana, otros solamente de noche, hay libros que ya no suelto, doy vueltas con ellos por mi habitación, los llevo del dormitorio a la cocina, lo leo de pie en el pasillo, sin emplear señalalibros ni mover los labios al leer, aprendía leer muy bien desde temprano, no recuerdo el método, pero algún día debería usted investigarlo, tiene que haber dado excelentes resultados en nuestras escuelas populares de provincia, al menos en aquella época, cuando yo aprendí a leer. Sí, también me llamó la atención, aunque más tarde, que en otros países la gente no supiera leer, al menos no rápido, porque también el ritmo es importante, no sólo la concentración; dígame usted: ¿a quién le gustaría masticar sin asco una frase simple o complicada, rumiándola con los ojos incluso con la boca? Una frase que sólo conste de sujeto y predicado ha de gozarse rápidamente, por eso mismo hay que tomar a ritmo vertiginoso una frase con muchas aposiciones, tomarla con un imperceptible slalom de los globos oculares, pues de lo contrario no se rendiría, y una frase tiene que «rendirse» a un lector. No podría «abrirme camino» a través de un libro, ya sería algo rayano en la ocupación. Hay gente, permítame decirle, hay gente… una se topa con las sorpresas más extrañas en este mundo de la lectura… De todas formas tengo una debilidad por los analfabetos, incluso aquí conozco a alguien que no lee ni quiere leer; vivir en estado de inocencia es más comprensible para una persona que ha sucumbido al vicio de la lectura, deberíamos o no leer absolutamente nada o saber leer de verdad…
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Sí, leo mucho, pero los impactos, las impresiones duraderas se reducen a una mirada única sobre una página, al recuerdo de cinco palabras en la página 27, abajo, a la izquierda: Nous allons à l’Esprit. Son palabras escritas en algún cartel, nombres en placas de casas, títulos de libros no vendidos en algún escaparate, un anuncio en una revista descubierta en la sal de espera del dentista, la inscripción de un monumento o de una lápida: AQUÍ YACE, palabras todas que me asaltan a la vista. O un nombre EUSEBIUS, al hojear el listín telefónico. Y ahora voy directo al grano… El año pasado leí, por ejemplo: «Fulano llevaba un Menschikov»; no sé por qué, pero al punto quedé convencidísima de que, fuera quien fuera aquel hombre, partiendo de esta frase llevaba, o tenía que llevar, un Menschikov, y de que para mí era importante saberlo, que formaba irrevocablemente parte de mi vida. Algo saldrá de todo aquello. Pero yendo al grano quería decirle que ni después de varias sesiones diurnas y nocturnas lograría enumerarle los libros que más me han impresionado, ni decirle por qué, ni en qué lugar ni por cuánto tiempo. Lo que queda en la cabeza, me dirá usted, pero ¡no importa lo que queda en la cabeza! Sólo unas cuantas frases o fórmulas reaparecen continuamente en el cerebro, pidiendo la palabra al cabo de los años: La fama no tiene alas blancas. Avec ma main brulée, j’ecris sur la nature du feu. In fouco l’amor mi mise, in fouco d’amor mi mise. To the only begetter...
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1 comentario:
Gracias Yolanda, cuando haya recortado la cola de lecturas te lo pido.
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