Los jornaleros-pescadores habían venido desde Akota, Aomori e Iwate. Algunos tenían una expresión sombría y permanecían sentados con las piernas cruzadas y las manos entrelazadas; otros tomaban sake y, abrazándose las rodillas con ambas manos apoyadas contra las columnas, escuchaban las historias que contaban los demás. Todos habían llegado allí porque a pesar de trabajar en el campo de sol a sol no podían ganarse la vida. Habían dejado sus parcelas a cargo de sus primogénitos, sus mujeres habían tenido que buscar trabajo en las fábricas y los segundos y terceros hijos varones habían tenido que marcharse a otros lugares para trabajar y aun así no podían comer. Como si fueran garbanzos quemados en una sartén, los que sobraban eran desechados y expulsados uno tras otro, del campo hacia las ciudades. Todos pensaban en ahorrar y regresar a su tierra.
1 comentario:
Gracias Bernard.
Me está gustando mucho.
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