10 mar 2010

The jam-session

El alcohol salta de las botellas a los vasos y el calor corre por las venas. Se les sube a la cabeza y rompe los diques. Se inventan nuevos sonidos. Se llena el aire de humo y la reunión se convierte en una especie de religión nacida allí mismo, sin palabras, como una flor nueva, extraña y no clasificada.

Por eso, a veces, los músicos de jazz mueren locos y alcoholizados, jóvenes aún, pero satisfechos de la sesión de un día en la que fueron llamados genios. O lo fueron de verdad, como Charlie Parker, el hombre a quien se debe un giro total -radical y casi absoluto- entre lo inventado en Nueva Orleans y lo que, a partir de él, iba a ser llamado jazz con la misma palabra, pero con un nuevo significado, un nuevo sonido y una nueva y conmovedora concepción.

Variaciones sobre el jazz, Julio Coll (Guadarrama, Madrid: 1971).

1 comentario:

nueva gomorra dijo...

Paso las noches en la carretera, es oscuro y frío, entonces Parker, sí, pero no solo, unas cintas de sonido de submarino (oh Lot!) de Sony Rollins y Coltraine, últimamente mucho Billie Holiday, Chet Baker... Como salvar la noche.

On the road -NG-