
Lo leí de un tirón. Cuando lo terminé, era noche cerrada. No sabía lo que sentía. De lo único que estaba seguro es de que había cometido un error: no me había liberado. Lejos de apaciguar mi curiosidad, aquella lectura la había multiplicado y agudizado. Sin duda esperaba tropezarme con desahogos, confesiones, necedades, y así convencerme de que había matado a una chica ordinaria.
Nada de eso. El rasgo más impactante de aquel diario eran sus muchas lagunas. El nombre de la difunta no aparecía. Ninguna mención a un amor, a una amistad, a una discusión. El siguiente pasaje quizá era el más intimo, fechado en febrero de aquel año: "Esos pisos grandes y anticuados tienen mala calefacción. Tomé un baño muy caliente, me puse capas de ropa y me enterré en mi cama. Sin embargo, me muero de frío. Sacar mi mano de debajo de las mantas para escribir constituye toda una odisea. No me siento viva. Hace semanas que me siento así".
A mí, que tantas dificultades tenía en experimentar las emociones más ordinarias, la idea de aquel frío me alcanzó de lleno. Me llegó hasta el corazón. Aquella chica rica y joven, de la que tan fácil habría resultado burlarse, estaba describiendo uno de los atributos de la miseria: la sensación de profunda pobreza de un organismo incapaz de entrar en calor.
3 comentarios:
Pues sí, la tengo pendiente. No tenía título, voy a apuntarlo.
La segunda mitad de la novela me ha hecho olvidar la primera... Recomendable.
Cómo te entiendo..a mí me pasó lo mismo con El principito. Esa historia llena de magia, pasión, búsqueda de identidad, me la zampé sin pestañear..creía que iba a perecer, a morir. Una verdadera fábula recatadamente sutil. Tna sólo comparable a La PAsión Turca, del escritor ese.
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