‘La alimaña eres tú’, le susurra una voz al oído. Una voz de habitación abandonada. Nick agarra una guitarra y retuerce sus clavijas en busca de alguna extraña afinación. ‘¿Quién ha dicho eso?’ Los cordones que se evaden de unas botas. El futuro ya envejece cuando Nick voltea a un lado la cabeza, apretando el instrumento entre las piernas, naufragando entre libros de poesía simbolista, cuadernos de notas, discos de jazz anticuados, tabaco francés y cápsulas de Amitriptyline. ‘¿Quién ha dicho eso?’ Las paredes que se miran extrañadas. Nick se agarra a una vieja melodía y la sumerge en tres arpegios-humedales. Se estremecen las manillas de un reloj. Imagino las columnas de palabras que se rinden prisioneras entre el humo del cigarro que sostiene entre los labios. Y no hay forma de escapar. La alimaña somos todos.
La vida y obra de Nick Drake fueron cortas, demasiado cortas, aunque tuvo tiempo de entregarnos un puñado de canciones irrepetibles. Su primer disco, ‘Five Leaves Left’ (1969), es un caballo que pasea por un bosque jurásico en expansión, un reloj de arena derramándose sobre el mar interior del corazón. Arropado por los cellos de R. Kirby y azotado por los bongos de Rocky Dijon, contiene auténticas joyas como ‘River Man’, ‘Three Hours’, ‘The Thoughts of Mary Jane’ o ‘Man in a Shed’. En su segundo trabajo, ‘Bryter Layter’ (1970), Nick enriquece su paleta con influencias del jazz, el folk-rock y la experimentación. Inolvidable ‘Northern Sky’. Extraordinaria ‘Hazy Jane II’ (‘¿Y qué pasará por la mañana cuando el mundo esté tan abarrotado que no puedas mirar por la ventana?’). Su última entrega, ‘Pink Moon’ (1972), es una especie de barco ebrio que se dirige a ninguna parte, el llamado de una selva en plena deforestación que invita a cerrar todas las puertas: ‘Pink Moon’, ‘Place to be’, ‘Things behind the sun’...
Se me hace difícil escribir sobre Nick cuando todo el mundo se ha puesto de acuerdo y lo reivindica como uno de los mayores exponentes de la música popular británica de la segunda mitad del siglo XX. Por mi parte, no comparto la percepción generalizada que se empeña en sacar a relucir su malditismo, su tristeza, su desesperación, su angustia existencial como mera opción estética. Es cierto que, como ha apuntado Rodrigo Fresán, a pesar de la incuestionable conexión entre Drake y luminarias de la época como Cohen, Dylan, Newman o Fairport Convention, la suya es una música demasiado apalancada para una época demasiado movediza (1969-1972: Psicodelia y Revolución). Pero eso no es todo. En la reseña de “El secreto del mal” y “La Universidad desconocida” (Roberto Bolaño), el propio Fresán nos remite al código del bushido (“el arte de vivir y combatir como si uno ya estuviera muerto”) para tratar de acercarnos a una dimensión liminal o abisal de la literatura bolañesca. No se por qué: cuando pienso en Drake lo imagino tocando la guitarra en un cementerio de 2666, “un cementerio olvidado debajo de un párpado muerto o nonato, las acuosidades desapasionadas de un ojo que por querer olvidar algo ha terminado por olvidarlo todo” (R. Bolaño, “Amuleto” 1999).
Es fácil engendrar la idea de que Drake actuaba ‘como si ya estuviera muerto’ si lo imaginamos subido a un escenario (serio, lacónico, silencioso entre canción y canción, tomándose varios minutos en cambiar la afinación de su guitarra); pero dejemos hablar a Fresán:
“No hay Nick Drake filmado, moviéndose. La foto más célebre de ellas aparece en el interior del cuadernillo del compact-disc de Five Leaves Left y acaba de ser elegida como una de las veinticinco más importantes de la historia del rock. La sacó, la reveló Keith Morris. Ahí está Nick Drake apoyado contra una pared de ladrillos de una fábrica llamada Morgan Crucible, en Battersea. De improviso, un hombre que persigue un autobús entra en cuadro corriendo. El mensaje es tan obvio como preciso: todos corren menos Nick Drake”.
¿Y a dónde van todos? Está bastante claro: a cazar alimañas. Sin embargo, algo me dice que Drake ya había escuchado los primeros compases de la sinfonía de la desaceleración. Que navegaba en la resignación de cierto fracaso anticipado e inevitable. Que habitaba un “Interzonas” (W. Burroughs, “El almuerzo desnudo”) donde la musa luna rosada fumaba a medias con la policía secreta. Nick entendió que es imposible librarse del todo de la alimaña (Linda Durán, “Cortazar vs. Bolaño”). La realidad es la escena del crimen que cometemos a diario. Y aunque el cadáver siempre desaparece, debe haber ALGUIEN que se quede vigilando. Nick vigiló durante algún tiempo, pero al cabo decidió abandonar. Y en su vigilia se entretuvo escribiendo algunas canciones.
El mundo se olvidó de él algunos años, pero “Interzonas” nunca olvida a sus bardos. Según su biógrafo, Patrick Humphreis, el culto se inicia el 9 de marzo de 1979 con la edición de la primera caja recopilatoria de sus obras completas (‘Fruit Tree’). R. Fresán: “Alcanza con leer alguno de los mensajes que le dedican sus fans en Internet. Da un poco de miedo. Mensajes de camaradas en el espanto de no ser reconocidos. Cartitas de amor de chicas vírgenes que se guardan para él y nada más que para él. Gente un poco rara que peregrina hasta la casa de los padres de Drake y llama a su puerta y pide conocer el cuarto –la escena del crimen– y rompe en llanto y se roba algún souvenir”.
Artículo de Rodrigo Fresán sobre Nick Drake:
http://www.taringa.net/posts/musica/2065741/Nick-Drake,-Megapost.html
Reseña de “El secreto del mal” y “La Universidad Desconocida”, por Rodrigo Fresán:
http://www.enriquevilamatas.com/escritores/escrfresan3.html
Más:
http://www.youtube.com/watch?v=lr7RCYd645c&feature=related
http://www.youtube.com/watch?v=rsfif4G2L7M&feature=related
De LaRogne -NG-
4 comentarios:
Mirad que preciosidad Monsieur La Rogne, ha recolectado para usted un ronin desde Murcia:
"Me alegra saber que todo está vacío.
Honor a la espada del enemigo, solo herirá la brisa de la primavera
con el fulgor del relámpago.".
Muy guapo el texto, ¿esto quiere decir que empezamos con la critica cultural?
en efecto:
"primero vence, después combate"
El tema es precioso, Currata, y gracias por descubrirme a Drake... Algún día rodaremos juntos Resacón en Las Vegas II
Joder De la Rogne, ¡eres un bárbaro!
Sí, esto quiere decir, como dice aquel antropólogo desde las huertas murcianas, que empiezas fuerte con la crítica cultural, que eres una bestia parda de la poesía, que no te puedes permitir el lujo de no escribir más, que nos acabamos de enamorar de ti vía Drake, o viceversa (así ya lo estábamos) y que Fresán nos cae cada vez mejor y que sin duda Drake habría tocado en un cementerio del 2666 y que y que y que.
De hacerse el muerto también habla Murakami, Haruki, nada que ver con Fresán, claro, pero dice algo así como que a veces hay que hacerse el muerto (nos corrija el hijo de Odín), aunque Murakami nunca hubiera podido cantar como Drake.
Oh Ben!
Linda Durán y su alimaña sin sombrero, se lo acaban de quitar, no podían hacer otra cosa -NG-
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