A mi hijo
Mi madre nunca fue una mujer feliz, nunca la vi sonreír como a otras madres. Siempre iba con prisa a todos lados, agarrándome de la mano, de un médico a otro, intentando averiguar qué era lo que me pasaba.
El médico le dijo que no me había cuajado del todo, que estaba pasmado y nunca llegaría a ser como los demás niños. Sacó de su cajón un folleto, donde salía una casa muy grande con unos jardines muy bonitos, y le dijo que en aquel sitio estaría mejor, que podría relacionarme con otros chicos como yo y que no me faltaría de nada, además quedaba muy cerca de casa y me podría visitar siempre que quisiera.
Desde muy niño aprendí a decir las palabras por dentro, sólo por dentro, pero nunca pude aprender a decirlas hacia afuera, siempre me resultó imposible, al igual que hacer algún tipo de gesto o expresión. Todos lo llaman comunicación. Aunque dentro de mí pueda gritar, enfadarme, sonreír o llorar, la expresión en mi rostro siempre es la misma y por eso todos creen que no comprendo nada de lo que dicen, pero comprendo todo lo que pasa a mí alrededor.
Hace ya tres años que vivo en la casa del folleto, lo se porque ya me han hecho cuatro pasteles de cumpleaños, al poco de llegar con diez velas, después once, doce y ahora, hace unos días, trece. La llamo la casa del folleto porque, desde que vivo aquí, no nos han sacado a los jardines, ni a mí ni a ninguno de los niños que viven conmigo, y siempre que quiero mirar el jardín saco de mi armario el folleto, que aún lo guardo. Dicen que los espacios abiertos pueden desestabilizarnos, así que la mayor parte del tiempo estamos o cada uno en su habitación o todos juntos en el gran salón con nuestros cuidadores. La verdad es que el jardín un poco de miedo me da, no voy a negarlo, pero hay días en que no me importaría salir. Mis cuidadores deberían saber que la curiosidad casi siempre gana al miedo, es algo humano.
Desde la pequeña ventana de mi habitación se puede ver mi casa. Ya hace tiempo que la chimenea no echa humo. Al principio todos los domingos venía mi madre a visitarme y siempre me traía algún regalo: un jersey, algunas galletas de chocolate. Había perdido esa mirada triste que siempre vi en ella y había engordado un poquito, estaba muyguapa; hasta había cambiado su vestuario, llevaba un traje de unos colores muy vivos que, según me contó, era el uniforme que tenía desde que había conseguido un nuevo trabajo en unos grandes almacenes, ya no trabajaba cosiendo en casa.
Me alegró ver a mi madre así, no creas que yo mismo me autoengaño, soy muy consciente de que se había liberado del lastre que le tocó vivir conmigo y conforme fue pasando el tiempo hubo menos visitas. Juro que no le guardo rencor, la quiero mucho para poder reprocharle algo.
Una primavera, después de todo el invierno sin visitarme, volvió. Apareció en la casa del folleto con un señor. Me dijo que era mi nuevo padre y que iba a tener un hermanito, mientras cogía mi mano y la ponía en su vientre. Me explicó el por qué no me vino a visitar en todo el invierno. Me dijo que a mi nuevo padre le habían ofrecido un buen trabajo en la costa y viajaron en invierno para preparar la nueva casa. Me contó que estaba justo al lado de la playa y que, si seguía avanzando con mi tratamiento, quizás podría viajar y visitarla ese mismo verano.
Muchas noches sueño que me despierto en un inhóspito paisaje lleno de dunas. Aunque no reconozco el lugar, nunca estuve en un sitio así, no puedo evitar sentir cierta familiaridad con aquel terreno, camino sin miedo y eso me es muy placentero. Pasadas las dunas, veo una casa blanca a lo lejos, sola, en mitad de una costa infinita; es muy parecida a la casa del folleto, pero mucho más blanca y radiante. Justo delante de ella, en la orilla, de pie, mi madre mira el mar mientras la brisa marina remueve su larga melena. La llamo y salgo corriendo hacia ella: «¡Mamá!» Ella me mira, sonríe y me llama por mi nombre.
Manolito, ese es mi nombre. Todos los cuidadores de la casa del folleto se pusieron muy contentos el día que vieron como lo escribía en un papel. Fue la primera vez que pude comunicarme con ellos. Desde entonces sólo están pendientes de ver si progreso y escribo más cosas. En realidad es de eso de lo que os quiero hablar, de mi capacidad de comunicación. Ya habrás pensado que alguien como yo, que sólo sabe escribir su nombre, que no tiene la capacidad de comunicarse, ¿cómo puede estar escribiendo esto? Creo que la respuesta es fácil: porque no lo escribo yo, sino un nuevo amigo, un amigo muy especial.
¿Crees en la magia?, no te preocupes si no crees, yo hasta hace un tiempo no lo hacía y no se si debo hacerlo, quizás sólo sea locura o sea un sueño. El caso es que desde hace un tiempo, todavía no puedo explicar por qué, cuando la luz de la luna inunda mi habitación a través de la pequeña ventana, del otro lado del espejo de mi armario surge una débil luz. Estuve varias noches observándola sin atreverme a mirar que había detrás del espejo, hasta que una noche me arme de valor, me levante y muy lentamente me acerque. Al otro lado del espejo, pude ver sin salir de mi asombro, un pequeño salón y, por fin descubrí, que aquella luz era el fuego de una pequeña chimenea, que había justo en el centro, a punto de extinguirse. Aquel espejo se había convertido en una especie de ventana que daba al salón de una casa que no había visto en mi vida. El gran susto me lo llevé cuando vi entrar a un hombre en él. Se acerco a la chimenea, avivó el fuego y, de una pequeña repisa que había justo al lado, cogió un cuaderno y un lápiz y se sentó en una banqueta poniéndose a dibujar sobre una mesa camilla. Era un hombre grande y de cara seria. Encendió un cigarro y se quedó durante unos segundos mirando el papel blanco. Estiré un poco el cuello y pude observar que en la esquina del papel estaba dibujando la pequeña ventana de mi habitación y luego, algo que me sorprendió mucho más, empezó a dibujarme. La verdad sea dicha, no hizo mucha justicia; es cierto que casi siempre estoy despeinado, pero es que tengo muchos remolinos y es muy difícil peinarme; pero esa boca, vale, la tengo torcida, pero no tanto, es de nacimiento. Polémicas aparte, el caso es que yo mismo me pude reconocer en aquel dibujo, parece increíble, ¿verdad? Aquel hombre, que no sabía nada de mí, que no era consciente que yo le estaba observando, me dibujo en la misma posición en que yo me encontraba. Junto a mí dibujó un gran bocadillo, como en los cómics, que dejó en blanco. Totalmente asombrado pensé: «¿Quién eres?» y acto seguido, aquel hombre, mientras le daba una onda calada al cigarro, escribió esa misma pregunta en aquel bocadillo, ¿me había leído el pensamiento? No lo podía creer. Acto seguido contesto: «Yo soy Curro, y tú ¿quién eres?». Y ahí fue cuando pasó lo realmente apoteósico, cuando pensé mi nombre, él lo escribió exactamente igual a como lo escribo yo (Manolito) ¡Podía comunicarme con aquel hombre!
Intenté pensar alguna frase, rápidamente, para asegurarme que no había sido una coincidencia. Tenía que ser una frase que me asegurara que lo que yo pensaba, él lo escribiera exactamente igual: «La lluvia huye de los pájaros». No me lo podía creer, quede totalmente absorto mirando como aquel grandullón, ahora risueño, escribía esas mismas palabras en aquel cuaderno.
Hoy somos buenos amigos y es por eso que genero comunicación, gracias a él. Muchas veces bromea y dice que es mi escudero, mi fiel Sancho. De vez en cuando tenemos alguna conversación, él me cuenta asuntos que le preocupan o yo a él y, siempre, procuramos aconsejarnos bien. Incluso me ha dicho que los dibujos que hace de mí, los publica en un sitio que es accesible desde cualquier parte del mundo. Es una idea que me gusta, aunque como ya he dicho, los dibujos no me hacen mucha justicia, estoy reconocible y quien sabe si mi madre los puede llegar a ver, ¡sería genial! Él ha intentado localizarla, todavía no ha dado con ella, pero dice que sigue intentándolo, que le es difícil buscar a él solo. Su mujer sabe de mi existencia, pero cree que son imaginaciones suyas. Yo a veces, para hacerle rabiar –es muy gracioso verlo enrabietado– le digo que igual Flora, que es como se llama su mujer, tiene razón y está un poco loco, y él encolerizado empieza a gritar: «¿Yo?, ¿loco yo? ¡Si yo estoy loco, tú estás loco!, ¡si yo estoy loco, tú estás loco!», señalando con el dedo índice el cuaderno, es muy gracioso.
Este verano, finalmente, mi madre no vino por mí. Supongo que ahora con mi nuevo hermanito estará más atareada, sólo espero que le haya cuajado mejor de lo que lo hice yo. Aunque mi nuevo amigo me hace la vida en la casa más llevadera, sigo soñando todas las noches con ella mirando al mar, en la casa de la playa. Espero que el verano que viene pueda ir a visitarla. La verdad es que yo tampoco he avanzado mucho con el tratamiento, pero sigo esforzándome. Hasta ahora no he podido escribir nada más que mi nombre, pero con eso mantengo contentos a mis cuidadores, que me animan todos los días a escribir. Como ya he dicho, el haber conocido a Curro me ha ayudado bastante. No se por qué ha pasado, muchas veces pienso que es simple locura, pero sucede y me alegro por ello.
A veces lo miro por el espejo, pero no hablamos, solo observo su vida. Siempre que llega a casa, se quita las botas antes de entrar y se pone unas viejas babuchas y una rebeca gigante que le tejió Flora y lee, escribe o dibuja, depende del humor que tenga ese día, otros sólo bebe aguardiente y mira en silencio el fuego, o con una vieja guitarra le canta canciones antiguas a Flora. A ella le encanta tejer y siempre, al llegar de la fábrica donde trabaja, se enfunda su pijama y su bata, y rápidamente se pone a tejer alguna bufanda para algún sobrino o alguna prima suya, aunque ahora está tejiendo una pequeña manta, es para un nuevo inquilino… Curro va a ser papá, aunque él todavía no lo sabe.
Curro Jiménez Melero -NG-
4 comentarios:
Da igual que sea largo, Curro. El tema es que sea bueno. Y lo es.
Yo también te observo Manolito...
Flora
Este es el que menos me ha gustado, Curro, quizá, no sé por qué, me parece el más triste de todos, aunque parezca lo contrario. Y es un poco largo, Sr. Tranhistoria. De todas formas, lo importante es que sea bueno... Y me parece que lo es. Aunque se lo dice una persona que prácticamente solo lee poesía.
No estoy muy segura de que encima de cada abismo haya un cielo de estrellas, pero lo que sí sé es que Manolito o Curro (que a estas alturas ya casi es lo mismo) es un gran tipo.
Bravo Curro, gracias dar voz a Manolito, ¿sabes?, aunque a él no le guste, yo creo que así despeinado está mucho mejor. A ver si un día me das a mí también un folleto de esos, me encantaría tomar café (si es que los niños todavía lo hacen) con el pequeño sabio.
Borges habló de la multiplicación de la especie a través de los espejos, supongo que es eso lo que te ha pasado, te quedaste mirando largo rato y salió Manolito y...
Un vino por el padre maestro del realficcionalismo. Contenta por ti, Curro.
Bramina -NG-
Publicar un comentario