Personalmente a mí los lugares que me provocan nostalgia son aquellos en los que aún no he estado, y New Orleans es unos de ellos, uno de tantos. Porque, y juzguen ustedes mismos, sólo por poder contemplar una escena como ésta merece la pena cruzar el charco, pues la pena se disfraza de alegría, de buena música, de baile bajo paraguas (¿qué significará esto?, ¿quién puede aclarármelo?), de camaradería con quien ya no está y con quien seguro que jamás se marchará. Tanta vida en un escenario donde paradójicamente la muerte pasa a ser un actor secundario. Una despedida soberana, sublime.
2 comentarios:
qué grande! para escapadas!
Desde ahora declaro querer morir allá.
¿Habéis visto con que swing mecen el ataúd?
Increíble lo de estos tipos.
Bram -NG-
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