17 ene 2009

Alabama, de John Coltrane


Echo a andar. Es una carrera frenética hacia la forma más directa o menos mediadada de comunicación. Pero hoy no me interesa la comunicación, la metaliteratura, incluso podría decir que hoy ni siquiera me interesa la literatura. Ahí detrás, soplándo en el cogote, el bueno de Coltrane... Algo ligero, triste, ligero y triste. ¿Cuánto tiempo? Ahora, después de tanto, venir con esta peste a decepción. Siempre pasa lo mismo. Os cuento una historia. Ahí va...Había un arquitecto cuyo proyecto de ciudad (una ciudad bellísima, incontenible y plena, habitable y moderna como la que más) se fue poco a poco materializando. Grandes avenidas, parques gigantescos, bibliotecas, teatros, cafeterías donde se escuchaba el mejor jazz, salas de conciertos, etc. Poco a poco, como decía, la ciudad iba creciendo, y parecía inabarcable. Pero ocurrió un día, un inesperado día de invierno, que esa ciudad rodó por un precipicio, cuesta abajo, haciéndose añicos, ciscos, sin que de ella finalmente pudiera quedar nada (o al menos nada en pie). Después de aquello, el arquitecto, un tipo metódico y disciplinado en sus labores, desarrolló un plan perfecto para no volverse loco, para no quedarse al margen de la realidad o, por qué no decirlo, para no morir de dolor... Y después de un tiempo, un proyecto nuevo fue tomando cuerpo en su cabeza. Construiría una ciudad nueva y eterna, que mejorase a la anterior, y que le permitiese pasar los días rendido a un proyecto constructivo ilusionante, qué digo, enloquecedor, pero en el buen sentido, un proyecto vital digno de una vida plena. Pero pasó el tiempo y esa ciudad quedó suspendida en un barranco, como si fuera un reloj daliniano, apunto de venirse abajo, y el arquitecto creyó entonces morir de desesperación. Fin. Aquí. Un teclado para romperme la cabeza o aplastarme el corazón. No, claro que no, nada arregla nada, ahora tampoco, la vida puta llena de serendípicas repeticiones, al fin y al cabo insoportables. Coltrane, claro, la melódica conquista de la tristeza. Coltrane, acostumbrar el cuerpo a lo inevitable. Coltrane, sonreír como un maldito vencido, una y mil veces, tirar el escudo como Arquíloco (Bolaño dixit) y cagarse en la madre de todas las batallas. Coltrane, este mirar adolescente, acaso irremediable, que me hastía y no me calma... No me calma en absoluto. Ni siquiera tú, Coltrane, tu saxo cambiado por el sexo que hoy escapa, como tantas otras veces. ¿Pregúntate dónde se haya el lugar recóndito donde arrojaste el futuro? Pero basta. ¿Ahora sales con esas? De ti para ti, y hablar de futuro como si nada. Coltrane, no te mereces un admirador tan ciego. Ya basta. Adolece tu relato de un olor insoportable a condolencias, y eso es imperdonable.

Coltrane, nada arregla nada. Punto y final: silencio.

1 comentario:

Anónimo dijo...

me atrevo a romper el silencio porque aunque no lo mejore al menos mato el tiempo

me ha parecido ver a un hombre elefante con una trompa metálica tal era la simbiosis del saxofonista con su tubo, su figura estática como si estuviera durmiendo y por esa nariz sobredimensionada perturbara el aire con esos sonidos, ronquidos de ensueño o algo así

he querido cerrar los ojos y comprobar si se trataba de buen jazz, creo que es un buen método cerrar los ojos y tratar de imaginar a un esclavo del siglo pasado recolectando algodón mientras canta quejumbrosamente, efectivamente: es jazz del güeno. Aunque yo ya paso de esa armonía tonal, el piano machacando la tónica que casi la asesina pero con delicadeza, todo hay que decirlo, cuesta aborrecerla, en otras ocasiones de este mismo cuearteto se me hace insufrible.

Lo más acojonante es ver la cara del contrabajista, a penas se le escucha pero verlo disfrutar con el contrabajo es algo maravilloso, si realmente estuviera haciendo play back o como se llame, sería absolutamente genial y original algo insólito, extraordinario, me faltan calificativos... da gusto verle tocar, como en mi caso, que toco un tubo similar y parezco tan feliz como un tonto con su piruleta, liberado de la tonalidad!

el último Coltrane, cuando ya se va acercando a lo que para mí (un anti-melómano, anti-Mozart, anti-música clásica...) es lo más puro de la música, vamos, que la música tonal sólo lleva cinco siglos y parece que no ha existido otra, cuando en realidad es un grano de arena en comparación con la música de nuestros antepasados, cuando cogían una flauta de caña, un tambor de piel de carnero y te daban la bienvenida con una pasión y entrega que, al hilo de lo que estaba diciendo, para mi se aproxima al free-jazz, ahí, ahí, que razón tenía Ornete Coleman aunque comentar mi opinión de esta persona honesta, sería extenderme demasiado. Free-jazz, recomiendo un disco "The Avant-Garde 1960" me parece recordar donde Coltrane por fin se desata..., Don Cherry sorprendentemente suena genial, lo digo porque no suele ser de mi agrado.

turbomamada!
turbomamada!