22 ene 2009

De Poetica Seminarii




Caminando sobre el asfalto pulido de esta ciudad de lujos, bancos y superficialidades, se me ocurre que no estaría tan mal volver de nuevo a algún lugar recóndito y humano, pongamos Jaén, pongamos que tenemos un nuevo proyecto…

Se me ocurre también, que tampoco estaría nada mal tomar un par de piedras envueltas en poemas de aquel hombre poeta, Juan Cruz López, y arrojarlas justo al centro de la Plaza de Armas donde un señor muy serio, con un bigote muy largo, pierde el tiempo intentando convencer a los residentes de la ciudad de que todo está bien, de que este es el modelo (único e indivisible) y de que resulta inútil lanzar piedras como las que justo en ese momento le abren el cráneo, en dos, al Señor Junk. Zás. Gritos.

La señora del abrigo de pieles de la primera fila (para más señales su esposa), siente, por primera vez, el peso del modelo. Se levanta, avanza ligera y decidida y toma el micro: «Perdonen el pequeño inconveniente, porque no es más que eso, un pequeño inconveniente. Veníamos pues diciendo que alguien tiene que pagar el pato, los platos rotos, vaya. Decíamos que aquí se vive bien y que aunque ya no seamos capaces de mirarnos a los ojos, tenemos el salario mínimo más elevado de toda la Unión Europea. Decíamos…». Zas. Su abrigo de mofeta teñido en sangre.

Entre el público, una niña de origen angoleño se arma de coraje y sube al escenario (porque aquello era un escenario, no lo olviden). Acaricia el pelo de la señora muerta y en el mismo gesto recoge la piedra y le quita la piel. Lee al azar la última estrofa: «paso a paso/caminante/el mañana se te abre/como un pasillo/donde seguir siendo/para siempre/hombre/sobre sus pasos hecho/carne de camino». Levanta la mirada: «Decíamos pues que ahora el futuro es nuestro y que las calumnias se vencen con poemas. Decíamos que los modelos son los nuestros. Decíamos…».
La señora que creíamos muerta no lo estaba. Abre un ojo, ve a la niña, la escucha. Perece de un ataque al corazón.
(Plath Durvan. Poetica Seminarii. Mayo-junio, 2007)

1 comentario:

nueva gomorra dijo...

Creo conocer la prosa de la Señorita Durvan. Creo recordar que hace unos años, en Burdeos, trajo a la tienda de informática donde por aquel entonces trabajaba un ordenador personal que contenía, esto si lo que recuerdo: "lo único que tenía".

La placa madre del PC estaba bien jodida. "No había reparación posible", le dije unos días más tarde por teléfono.

Silencio.

"Lo he perdido todo", respondió con voz de acero.
Oí un tiro.

Por lo que parece ustedes han logrado recuperar una pequeña parte de la vida de la Señorita Durvan. Díganme una cosa, se lo ruego, ¿aún sigue viva?, ¿acaso el tiro que escuché (y me partió la vida) no fue lo que pensé?

Durante años esta historia me royó la conciencia.

Nunca pude olvidar la profundidad del azul grisáceo de los ojos de la Señorita Durvan, su lacónico modo de decir adiós al abandonar la tienda, un gesto apenas perceptible.

También hablan ustedes de Juan Cruz, sí, lo conozco, resulta que años después, hurgando en las placas madres de viejos ordenadores encontré, en el ordenador de Plath, unos viejos poemas que alguien le había enviado desde muy lejos. Un poema suyo contenido en una publicación literaria, Poetica Seminarii, creo.
¿Se trata de la misma publicación? ¿Son ustedes Juan Cruz? ¿Y Julia, quién es Julia? ¿Conocen al Señor Canter y a Mr Palace?

Me gustaría conocerles. Admiro su trabajo. Seguimos en contacto.

Thibeau Reinhardt -NG-