21 may 2011
Gracias
Bill Evans te tira su piano encima.
Es difícil
pero intentas que la melancolía
no te devore
y por una vez adviertes
que no hay nada de juego o impostura
en lo que has dicho.
Piensas en la droga,
la blanca heroína que tumbó al bueno de Bill
y le pudrió las manos,
ésas que tocan este
piano que ahora
te aleja de la locura
(porque presientes que en algunos momentos
la música y los libros te han salvado de la quema
y sabes, otra vez, que no hay nada de mentira en ello).
Si supieras rezar
ahora mismo
elevarías una plegaria
para que a Bill no le faltara
de nada en el club de jazz
donde pasa las noches, allí
entre botellas de whisky
y mujeres despanantes, allí
en las entrañas pegajosas
del mismo infierno.
Juan Cruz López
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2 comentarios:
El mejor pianista de jazz blanco.
Sin duda. El poema tiene más de dos años, pero me ha gustado encontrarlo medio perdido en un cuaderno viejo.
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