18 may 2011

Debe merecer la pena (tentativa realficcionalista nº 6)





Vivir
debiera ser
viajar por el bosque
de lo maravilloso,
completar el misterio de la carne
antes o después del torbellino,
escuchar el canto inolvidable de la vida.


De Bosque, Manuel Lombardo Duro

La vida es dura y por desgracia ahora más. Es dura porque el trabajo escasea y cuesta realmente llegar a fin de mes. Donde decían “digo” ahora te dicen “Diego” y si antes ibas de camarero a una boda y te pagaban 75 euros por trabajar ocho horas, ahora tienes que estar doce horas por el mismo precio y no te puedes quejar. No lo puedes hacer porque estás solo. Hay otros quince camareros pero no existe esa unión necesaria para luchar contra eso. Es un trabajo excesivamente eventual y, si bien entre nosotros cuchicheamos despotricando por ese abuso laboral, nadie protesta, ni siquiera yo por muy consciente que sea de ello mientras escribo este texto. Sí, y aunque esto pudiera presentarse como una queja, es fría, formal y no contiene nada de esa visceralidad vinculada a la indignación del momento en cuestión. No sé, de acuerdo que esto puede ser una queja, pero es como si te dan por el culo y te quejas después, escribiéndolo en un papel, no en el momento en que te están dando. Sientes que el mundo va a la deriva y tú luchas y te aferras a cualquier cosa, sobre todo al egoísmo, no quieres hundirte, por eso nadie se queja ¿Por qué? Porque necesitamos ese puto dinero de mierda y no hay alternativa y de eso se aprovecha el que paga: “Y al que no le guste ¡marchando! Que hay gente de sobra”. Prueba de esto es que cualquier persona que me conozca sabe que reniego de este trabajo, llevo muchos años diciendo que lo dejo y nunca lo dejo. Si sirves cuatro bodas en un mes, son 300 euros extras que sacas y eso siempre viene muy bien en una casa y en mi caso incluso, alguna que otra vez, ha sido lo único que he conseguido llevar a ella. Soy esclavo del dinero y lo que me apena de este trabajo es que me hace ser consciente de ello. Todo es precario y temporal. En el campo uno tiene asegurado, a lo más, unos cincuenta días de trabajo en la recolección, dependiendo de lo que llueva y de la propia cosecha que haya. El resto del año, los jornales que se pueden sacar en el campo son mínimos. Del trabajo en la construcción, mejor ni hablar, solo decir que el trabajo de albañil puede considerarse como el de escriba, extinto. Si la alternativa son oposiciones a lo que sea, como que no me veo, para que me voy a engañar. Así que suma y sigue esta espiral encapotada y ¿quién la desencapotará? Miro el vaso donde dejo el dinero, con sólo esos 75 euros. Miro a Olmo que hoy se ha levantado en plan le petit tyran y pasa de que papá le toque la guitarra, de Baby Einstein, de comerse los cereales, de estar sentado en la silleta, de todo menos de mí. Con esos dos dientecillos sacados, gritándome enfadado porque el inútil de su padre no se entera que “lo que quiere es su biberón del agua” –me dice Flora indignada. Yo la miro y ella no y nuestro amor queda apagado o fuera de cobertura. Ella se va a trabajar, yo me despido desde la puerta, ella me dice que no me dedique a estar todo el día haciendo “gilipolleces insustanciales”, yo asiento con la cabeza. Perfectamente se a que se refiere cuando habla de gilipolleces insustanciales: que no me dedique a estar toda la mañana tirando fotografías o escribiendo alguna “historieta de las tuyas que si total, dejaran algo de dinero”. Decidido paso al plano social, ya que el familiar está en llamas, y miro a ver si Juan me ha publicado algo en Nueva Gomorra y nada, miro lo antiguo publicado a ver si alguien ha dejado algún comentario y nada, decido llamar a Noru, simplemente por charlar un rato, por ahogar mis penas y nada. Finalmente veo como Olmo se aleja en brazos de su puericultora, riéndole después de haber ido todo el camino quejándose y llorando y yo, abatido, me siento en un tranquillo para fumarme un cigarro tranquilo y sí, con las prisas se me ha olvidado el puto mechero.

Pero hoy no, hoy no voy a dejar que me venza la desesperación, no estoy dispuesto.

Porque también hay días en los que Olmo se despierta en silencio, jugando con su amigo Leoncio y recitando a Rosalía de Castro, en su idioma, por supuesto está, y lo primero que te regala cuando vas a verle a la cuna es una sonrisa y te dice te-te-te y me vienen a la memoria esos jazmines adolescentes de Miguel Hernández.

Porque me derrite cuando lo cojo en brazos y me toca la cara, y me mira frente a frente, y se ríe, y me abraza. Ahí no existe el miedo y la desesperación. Todo, y cuando digo todo es todo, tiene solución.

Porque también hay días en que Flora y yo tenemos la cobertura a tope y nuestro amor se desprende torrencialmente por todas las esquinas de una casa llena de alegría donde todo deja regusto a victoria.

Porque la conjugación del verbo querer rige sin interferencias los días y las noches y lagrimillas surgen, de emoción, de sus ojos leyendo alguna historieta triste de estas que de vez en cuando me da por escribirle adrede para que llore, porque le encantan las historias que le hacen llorar, pero tienen que tener un final feliz, sino no. Entonces es cuando para mí escribir toma sentido, igual que cuando veo que Juan me ha publicado algo y hay algún comentario diciendo que le ha gustado. No necesito nada más, porque escribir no requiere de nada más que de esa comunión del que lo escribe con el que lo lee.

Porque cuando menos te lo esperas te viene un colega diciéndote que tiene un par de meses de trabajo en la obra, o en el campo o vete tú a saber, o sin esperarlo, un día llaman a tu puerta y aparecen tus amigos. Juan con vino 100% anarquista y el Noru con unas cuantas películas piratas y un poquitín de mota para compartirla, brindamos con pacharán y nos reímos muchísimo. Hablamos de lo que nos gusta, que es lo mismo, y rápido se van. Para mí el tiempo pasa volando. Sé que pasarán dos o tres meses hasta que los vuelva a ver, aunque siempre me dicen que vendrán a la semana siguiente, pero me da igual, sé que llegarán tiempos en el que nos podremos ver más y si no es así siempre tendremos nuestro nexo de unión, la literatura.

Porque en última instancia la vida no es que merezca la pena, sino que debe merecer la pena, tener la voluntad y la actitud para ser feliz aunque uno sea consciente de que no siempre podrás serlo. Sí, habrá días que negras tormentas agitarán los aires y nubes oscuras me impedirán ver, pero ahí estaré yo dispuesto a combatirlo.


Curro Jiménez Melero -NG-

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Que no deje un comentario no significa que no te lea... todo lo que por aquí publicáis se lee, relee y saborea...
Siempre hay alguien detrás, yo estoy al otro lado siempre leyéndoos...

Quiero enviaros a todos los ciudadanos de esta ciudad un abrazo cariñoso.
Os leo de desde Bruselas.
Siempre.
Desde que se creo este blog.


María

nueva gomorra dijo...

Muchas gracias, María. Seguro que Curro se alegra también de tu comentario. Esta es tu casa.

Roque dijo...

Cuánto tiempo sin Tentativas... Enhorabuena, Curro. Tu estilo, casi diarístico, es muy particular. Por cierto, los de la foto... ¿Son Juan y Noru?

nueva gomorra dijo...

Sí, Roque, un fuerte abrazo.
Un saludo.

Anónimo dijo...

Como mola la fotografia con su niño.Espero que no le quites la merienda y la compartais, es broma. Un saludo.

Anónimo dijo...

Qué gustosa crudeza.

Sergio

Anónimo dijo...

Venga Curro, claro que vale la pena, todas las palabras, siempre son como remansos para respirar después de un agobiado día (s, se te agradecen y buscan

Juan Cruz López dijo...

Curro, gracias por el relato, tan descarnado y menos ficcional que los de antes. Ojalá algún día, si la cosa tira hacia delante, podamos darle luz a estas tentativas realficcionalistas. Sería tan bonito... El Rubio y yo estaremos ahí siempre, ya lo sabes. Queda vino todavía y seguro que mucho, pero que mucho que celebrar. Tú tampoco te vas a rendir nunca.