(El miedo de mirar por la mirilla
de la puerta
y descubrir un dardo)
Seguramente encondía en sus recuerdos
un ballet de juguetes destrozados,
la inocencia de la nieve, la tinta
sobre los labios en la adolescencia tardía,
aquellas clases de francés
a últimos de curso y el primer abrazo a una mujer adulta.
Pero cuando cerraron la cremallera sobre su cadáver
la mirada se había
transformado en la mirada de otro, en una cápsula
llena de agua y pegamento, en el infinito
que puede caber en un melocotón maduro.
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